jueves, diciembre 31, 2009

Auxilio y socorro

Anoche me quedé encerrado en el ascensor del edificio en el que mal vivo a eso de las dos de la mañana, cuando el diligente conserje lo desconectó dizque en un arranque ahorrativo de energía, declararía después a los señores bomberos, con quienes me dio vergüenza haberlos molestado por semejante nimiedad, al punto de que tratando de reparar el instante les invité tomar un café en la arepera de la esquina, que suele abrir las 24 horas y que acepta cestatickets.

Total que estoy encerrado a esa hora none y uno tarda segundos, minutos en convencerse de que no ocurrirá la llegada providencial de un vecino al que pegarle una advertencia, en convencerse de que no es un corte de luz en la zona sino una falla específica en la guaya del aparato. Uno se pregunta si cuando retorne la energía se activará automáticamente el ascensor. Bueno, cuestión de esperar unos minuticos.

Cuando se consuma el convencimiento de que la noche será eterna y de que nadie hará nada por uno, el espíritu del sobreviviente se hace valientemente presente y se pregunta urgentemente: ¿iré a morir asfixiado? Padre santo, estoy muy joven para morir. Trata de abrir una rendija para asegurarse el oxígeno. Da vueltas en metro y medio cuadrado y evalúa la posibilidad de respetar al destino y echarse a dormir en ese breve espacio, pero no hay manera.

Es entonces cuando se acuerda que existe una milenaria fórmula salvadora en este tipo de indeseables circunstancias. Al pensar en que a lo mejor deba aplicarla en esa oscuridad, le entra un rubor y mira para los lados asegurándose instintivamente que no haya testigos. Lleva la palabra a su boca, la mastica, hace amagos de soltarla y en un primer intento no se siente capaz, un sentimiento de impudicia lo corroe y posterga la solución a la espera de que la luz le ahorre el trago amargo.

Piensa, piensa, piensa... sigue pensando, da vuelticas en redondo y se pregunta si no será claustrofóbico y se acuerda que había llegado al ascensor doblado conteniendo los esfínteres.

Repasa el día, la película de su vida y siente que en diez minutos se le ha ido la existencia. Maldita sea, pasarme esto a mí, que soy noctámbulo pero que hoy estaba arrastrando la cobija.

Hay instantes de la vida en que el hombre debe tomar decisiones realmente trascendentes, así que cerró los ojos para no reconocerse y gritó primero tibiamente y después a todo leco ¡¡¡auxilio!!!, y al hacerlo se sintió blasfemo, se sintió trasladado a otro tiempo y a otra galaxia, se sintió descompuesto, derrotado, falto de imaginación, sintió que gritar auxilio en un ascensor era el último escalón del derrotismo, por tanto de la especia humana. Se sintió conmovido, ajeno a sí mismo. ¿Auxilo? ¿Lo habrá escuchado algún pana? No, Dios mío, no lo permitas. ¿Por qué habrá optado su mente por auxilio y no por “abran esta mierda que tengo sueño”? El paroxismo de todo esto arribaría cuando la autonomía de su callada boca completó el lugar común que antes que eso es más bien la delación de alguien que se quedó en el tiempo o, quizá, de que no pertenece a este tiempo, cosa que ya venía sospechando para su mala pata.

¡¡¡Socorrro!!!, truena en la noche, y se lleva la mano a la boca como pretendiendo recuperar el agua derramada, como si ese desgarrón lexical hubiera sido un parto cesárea. El parto, empero, sería morocho, porque con ambas palabras construirá seguidamente una canción que al entonarla le degolla: ¡auxilio, socorro, auxilio, socorro! Levita de la conmoción. Ha de estar perplejo, pero no se ve nada y es complicado hacer un análisis de su gestual.

Han pasado quince minutos de ese horror y se regocija de la posibilidad de que siendo madrugada nadie lo haya escuchado, porque ya ha tomado las precauciones para que esa humillación no vuelva a desatarse.

Se tranquila porque cualquiera es capaz de sobrevivir dos horas en un lugar garantizado de la delincuencia.

Otro tic maquinal finalmente lo salva. En sus bolsillos lleva, cual demente, dos celulares y se alboroza porque recuerda que existe un asterisco con el que puede llamar a los bomberos, a quienes pregunta interesadamente cuánto tiempo tardarán.

El estropicio en torno al ascensor lo hace sentir grande, liberado, ocurrente y en tanto pillo, mira que jugar esa carta de llamar a los bomberos y librarse de ese atasco. Se ve fácil, pero en situaciones como estas la mente se auto secuestra y no piensa cosas, se abstrae de la realidad, se bloquea y deja de servir para una mierda. En el epílogo, hay refunfuños para el conserje, quien recibe un curso instantáneo de cómo proceder a apagar los ascensores: debes llamarlo y en tu presencia desconectarlo, no al revés, desenchufarlo sin saber en qué piso anda. El buen hombre alega que una madrugada de navidad no circula nadie, y que además esos ascensores tienen un botón rojo para alertar la habitación de consejería.

Moraleja moraleja: Será mejor que te vayas conociendo a ti mismo y a tu hábitat para no sentirse un hombre del oscurantismo.

Hace días que arrastraba la preocupación de conseguir unos minutos para escribir una bagatela como esta y emplearla como excusa para despedirme este año de mis amables y bienaventurados epistolarios, con quienes espero seguir cruzando el angosto puente de 2010. Por ahora me esfumó hasta nuevo aviso, y para que no les ocurra lo que al pobre hombre del ascensor, les estoy avisando antes de apagarme. ¡Salud!

martes, diciembre 08, 2009

De yuppies y barraganas estamos llenos

Este asunto de los bancos intervenidos es un descalabro, pero para los grupos económicos que hacían surgido vertiginosamente al amparo de corrientes políticas (propias y extrañas), muchas evidentes, como la de Pedro Torres Ciliberto, de quien no hay que ser detective para saber que hacía las veces de testaferro.

Pero testaferros hay muchos, y conforme el Presidente avance en la investigación irá descubriendo nombres, y ojalá que también los venezolanos los descubramos.

Sin buscar mucho, ¿de quiénes eran testaferros la parranda de yuppies que saltaron enredados con el sonado caso del maletín de Antonini? ¿Cómo pudieron Carlos Kauffman, Moisés Maionica y Franklin Duran acumular tanta riqueza por esfuerzo propio? ¿Cuál es el método?

Estos muchachones, además, resultaron ser los mismos que habían comprado en cinco lochas un edificio anexo al Ministerio de Finanzas que tres días después le vendieron en millones de dólares al por entonces ministro Tobías Nóbrega?

Pero hay yuppies en escalas. Hay tipos a los que uno conoció comiéndose el último trocito de un cable y ahora le enrostran a uno riquezas medias sin el menor rubor. Gente además que alguna vez anduvo en el desvarío político.

Yo sé de uno que se prestó para jugar a testaferro del presidente de una institución del Estado, desde la cual esta caballero supo trepar hasta ordenar la contratación de una ficha suya en la dirección de prensa, plataforma desde la que se inventó un “plan de medios” costosísimo por el que supo cobrar su 20 por ciento. Ahora anda muy orondo colmado de lujos.

Conozco otro que ha empleado todo su talento en atornillarse en un cargo con tal de preservar el poder que le permite tener a turnos su barragana, fenómeno aborrecido en la cuarta, pero muy en boga en la quinta. Nos lo calamos como cosa natural. Hasta eso hemos llegado.

miércoles, diciembre 02, 2009

¿Quién es la versión venezolana de Uribe?

Una reseña de AFP da cuenta de los siguientes quejidos de Uribe: Uribe también se declaró “preocupado” porque, en su opinión, esta coyuntura ha sido aprovechada por otros países de la región para sustituir los productos de Colombia. “Me pregunto: ¿estamos en unión o no estamos en unión? ¿Hay propósito de unidad suramericana o no lo hay?”, reclamó.)


Uno lee esta vaina y después de controlar su arrechera pasa al optimismo: Colombia tiene que ser estremecida pronto, no puede ser que los colombianos le crean a semejante loco. O digamos más bien que el pueblo no le cree, pero es necesario que consiga los mecanismos que le permitan desamarrarse del nudo de esa parranda de locos. Ojalá que los burgueses bogotanos terminen de decidirse por el guerrerista Santos para que la atmósfera de torne interesante.

En la reunión de partidos de izquierda en Caracas Piedad Córdoba dejó clarísimo que si bien es cierto que ella militaba en el Partido Liberal, no era menos cierto la existencia de variedad de corrientes, siendo el tontuelo de Gaviria el derechista y ella la comecandela, cosa por demás obvia.

Lo que rescato del espiche es que noté ya cierta predisposición de lanzarse de una vez a la arena. Y si no lo va a hacer, pues que suelte amarras en favor de Petro, de quien corre esta leyenda esperanzadora: cierta vez el alto mando militar santandereño sostuvo una reunión con los líderes del Polo Alternativo Democrático, durante el cual Petro tuvo el escarceo de quitarse un zapato para golpear la mesa y después gritarle a los milicos: ¡ustedes tienen que entender y prepararse porque nosotros (la izquierda) vamos a gobernar este país! Los rostros de los gorilas se contrajeron y seguramente que hubo ascenso testicular en esos valerosos hombres de uniforme agringado que a la fecha hacen cursos para recibir órdenes en inglés: ¡Yes, sir!


En tanto, noto que en Venezuela hay más de un pichón que toma atenta nota de cómo ser la versión venezolana de Uribe y no morir en el intento. La mar seguro que Teodoro no lo es, no tanto por el agotamiento de su almanaque, sino porque después de tanto trajinar se descubrió en él que el virus del radicalismo es un sarampión que se le quedó contagiado para siempre, y lo demuestra el hecho de que al inicio de la Revolución Bolivariana dedicaba su pasquín para embestir a Miquilena acusándolo de hacer deslucir a Marlon Brando en la interpretación de Vito Corleone. De ese febril empecinamiento, Teodoro pasó a la nómina del ex Corleone sin ningún trámite. Entonces él no. Pero quién.


Yo veo a dos: primero a Leopoldo López, un regenerado muchacho nazi que ahora es militante de los movimientos populares, es decir, quiere parecerse al chavismo, que es lo mismo que hace Uribe: ponerse el ropaje socialista algunas veces, sin llegar a declararse converso pero tampoco dejándose envolver por la vieja política, esto para presentarse como lo nuevo, como el renovador -échale bolas- del futuro, que con el chavismo ya está escrito. Leopoldo es ahora, al mismo tiempo, un muchacho de las barriadas para el chavismo, y un enfant terrible en la mesita de la unidad, donde lo asumen como el problemático sobrino metido en problemas de adicción a estupefacientes.


Un segundo candidato es -y no veo más- Capriles Radonski, quien no pierde lance para proclamarse bolivariano y además mirandino, porque gobierna en el estado que lleva el nombre del precursor (ni siquiera por sus proclamas emancipadoras). Ahora convoca marchas con su burocracia para reclamar que el presupuesto sea calculado a precio de barril de petróleo.


¡Bárbaro! Este hijo de puta hasta ayer nomás salivaba cuando el precio se precipitaba. Cada avance al hueco era celebrado con vítores por anclas y titulares, y las vocerías se ponían retadoras: vamos a ver cómo vas a hacer ahora que no vas a tener para sostener la misiones.

Era un rezo colectivo para que el barril se hiciera agua y por ello hasta sensato les pareció cuando el presupuesto nacional fue reconducido sobre la marcha. Pero ahora que Venezuela sorteó las tempestades y cuando parece que el sol brillará con intensidad a partir de la reunión Opep de finales de este mes, se desesperan y mandan pal coño su falso razonamiento de no al despilfarro (tesis también asesinada porque las reservas han alcanzado su pico máximo).

Vencidos en sus sortilegios, ahora hambrientos rugen para que se abran las compuertas del botín, sobre todo en vísperas de las elecciones que al parecer los va a sorprender sin músculo financiero, porque andan dispersos en sopotocientas corrientes y el tío no haya a quién direccionar los recursos, de suerte que se sabe que muchos aspirantes se quedarán sin los subsidios.


Prender velones para que el país se arruine y en carambola denunciar el excesivo gasto social para al cabo de un año salir a marchar para que el presupuesto nacional sea fundamentado en los inasibles precios del petróleo, es una actitud muy de Uribe, quien lanza bombas a los vecinos y llena su país de bases de guerra y después sale cándidamente a gemir: ¿Pero estamos en la onda de la unión o no? ¿Hay integración o no?

martes, noviembre 24, 2009

Señal chilena a Colombia

Sigo milimétricamente el desenlace de la elección presidencial en Chile, a cumplirse en diciembre. Lo vigilo porque por primera vez en la historia de ese anquilosado país (Allende aparte) se registra una falla sísmica en su estructura social por el surgimiento del fenómeno encarnado por el jovencísimo Marco Enríquez Ominami, que tiene a la disfrazada Concertación aterrada y tirando desesperados puentes ¡al Partido Comunista! para que le arrime sus votos.

Una reciente encuesta, que los chilenos consideran decisiva, indica que el derechista Sebastián tiene 36 por ciento de simpatías y se da como un hecho que pasará a una segunda vuelta, porque está lejos de una mayoría absoluta. Los resultados ubican al dinosaurio de Eduardo Frei con 26 por ciento, acechado por Enríquez, quien sacó 20 por ciento, aunque su ascenso es sostenido y su pase al balotaje queda a tenor de arrebatarle dos puntos en un mes al petrificado de Frei.

El cercano triunfo de Enríquez, incluso su solo pase a la segunda vuelta, puede significar un eficaz mensaje a los hermanos colombianos de que ellos también pueden emanciparse.

El escenario chileno puede ajustar o desajustar tuercas en la América Latina. Si gana la derecha, se reagrupará con Panamá y Perú y Colombia. De hecho, estos aspavientos de Alan García por el espía no son sino una pueril estrategia por intentar llevar agua al molino de Piñera.

Pero si Enríquez termina de emerger, otros serán los amaneceres latinoamericanos, porque en sí mismo, por su irreverencia y sus críticas a la vieja clase política, se erigirá como emblema de los nuevos tiempos que reclama la América Latina: renovación radical.

Cada vez que ocurre un señal como la que Enríquez significa, se emite un mensaje tácito y telúrico a los pueblos oprimidos por las oligarquías.

martes, noviembre 17, 2009

Ernesto Villegas se equivocó

Ernesto se equivocó de largo al calcular que la sala José Félix Ribas del Teresa Carreño sería espacio suficiente para albergar a sus invitados que el miércoles pasado acudieron a la presentación de su libro “Abril, golpe adentro”.

La convocatoria era a las seis de la tarde, pero mucho antes me cuentan que ya había una enorme cola de gente. Yo llegué a las seis y media y había una aglomeración (un tumulto) de personas en la entrada de la sala, cosa que al voleo atribuí al hecho de que los trabajadores del teatro hubieran saboteado el ingreso, virtud de los cartelones pegados en las paredes exigiendo reivindicaciones contractuales.

No. Ese gentío era el que se había quedado afuera, pues en la José Félix Ribas ya no cabía un alfiler. Esta inusual circunstancia llevó a Ernesto a salir y primero bautizar su libro entre la muchedumbre que afuera anhelaba ingresar. Luego regresó e hizo un segundo acto formal. Los ejemplares que estaban vendiendo en las afueras, no duraron un suspiro. Ojalá que de verdad Mercedes Chacín haga sus mejores esfuerzos por conseguirme uno.

Que yo sospeche, ningún escritor (u ensayista) de este país es capaz de llenar medianamente ese recinto. Porque colmarlo significa que estamos en presencia de un best sellers. Creo, de hecho, que el único que puede hacerlo es Chávez. Yo he estado en ese mismo lugar para otros bautizos y aquello siempre ha estado escaso de gente.

Por tanto, imagino que esa noche Ernesto no pudo conciliar un buen sueño de tan abrumado por tan abrumadora e inesperada pero afortunada respuesta, seguramente fruto de la confianza que ha sabido ganarse en el desempeño de su oficio periodístico y del cariño labrado con la gente.

Ya quisiera un político de cualquier pelaje tener esa convocatoria que arrastró Ernesto el miércoles. Por tanto, la primera reedición va a tener que presentarla en El Poliedro.

miércoles, noviembre 04, 2009

Artistas fachos

Tim Robbins, Sean Penn, Kevin Spacey, Plácido Domingo, Andrea Bocelli, Oliver Stone, Naomi Campbell, Benicio del Toro, Danny Glover, Benicio del Toro, Michael Moore, Courney Love...

La sensibilidad de la flor y nata del entretenimiento mundial ha sido tocada por la Revolución Bolivariana. No así puertas adentro, donde un importante número de artistas se deja chantajear por Globovisión e imposta un lloriqueo, a pesar de lo inaudito que resulta ver a un país cultural que tiene que habilitar hasta plazas públicas porque la cantidad de obras supera a la capacidad de espacios.

Siempre que una sociedad entra en recesión, o cuando un país vive sumergido en una crisis, los artistas pasan hambre. En Venezuela todas las semanas hay cuatro y cinco monólogos nuevos y nunca país alguno había financiado la cantidad de películas que se han estrenado en Venezuela en los años recientes.

Pero nuestros artistas ni siquiera son capaces de analizar la relación entre el empuje de sus oficios y el bienestar del país. Creen que el público llena espontáneamente los sillones, sin comprender que es por una dialéctica social. Una nación que va mal en su economía tiene en sus actrices y actores los primeros desempleados, las víctimas protagónicas.

No sólo que están impedidos de comprenderlo, sino que entienden y se ufanan de lo contrario: ellos triunfan y se ganan el realero a pesar de la opresión. Es lo mismo que lo sucede a los humoristas: tienen diez años abarrotados de ganancias pero sin que les tiemble un músculo de la cara aseguran que se desempeñan en medio de una dictadura. Son los peores vaticinadores del fin de la libertad de expresión y encarnan, al mismo tiempo, la negación de ese anuncio.

Pero si alguien se asume chavista, enseguida le cae encima una aplanadora que no es otra cosa que una brutal censura. A esta locura del show business también sobrevive la Revolución Bolivariana.

miércoles, octubre 21, 2009

Marjorie Bolívar

Un hogar de por sí congestionado ha entrado en crisis por la llegada inesperada de una niña felina ahora convertida en toda una adolescente de seis meses, y que en tal condición ha extremado requerimientos y atenciones.

Llegó un día martes luego de que su benefactora la rescatara de un destino incierto, pues el administrador del caserón donde había nacido anunció que se deshacería de ella si nadie la reclamaba.

En casa estaría cuatro días, porque el sábado siguiente sería entregada a alguna sociedad protectora. Empero, algo dentro de mí empezó a sospechar de un ardid porque parte importante del presupuesto familiar empezó a desviarse para la adquisición de su alimento.

Mi preocupación adquirió ribetes de drama cuando en un rincón de la sala fue instalada una ponchera llena de arena fina y costosa para que la educada muchachita depositara allí su materia fecal, de olor comparable al del azufre. Indicio claro de que esta joven pronto se convertiría en la reina de la casa. Presunción que se elevaría a la categoría de noticia confirmada cuando llegado el sábado nada ocurrió, no hubo traslado a centro benefactor sino a una clínica veterinaria, circunstancia que siguió desangrando los menguados ahorros hogareños. Además de aplicarle una vacuna desparasitante, le fueron recortados los garfios. Qué alivio.

Para drenarle correctamente las inquietudes propias de su condición, se realizó una inversión en un yoyo que en el ascenso emana una luz roja que ella persigue entusiasmada.

Y así, cada espacio ha ido adquiriendo su personalidad. Por ejemplo, dos sillas señoriales de cuero que son de mi más alta estima, han sufrido los rigores de actos pueriles: agarró los espaldares para practicar rapel. Y desde la cúspide práctica triples saltos mortales, que son su entretenimiento favorito.

Al principio no tenía nombre. Entiendo que se trataba de una estrategia para lograr que ella se instalara sin mayor resistencia, porque estábamos hablando de un ser anónimo. Alcanzado este propósito, entonces los esfuerzos fueron concentrados en bautizarle acorde con su estampa de cacri.

“Enmienda”, propuso una amiga que supo del dilema. Uuummm. Rechazado. Entonces la misma amiga dijo que se le pusiera el nombre del desalmado patrono pero en femenino. Hubo un paseo por variedad de nombres hasta que la benefactora decantó por uno incomprensible para todos: Marjorie.

Ya bautizada, ocurrió un hecho que ratificó todas las sospechas: la niña viajó en avión al occidente del país para serle presentada a sus abuelos durante el asueto carnestolendo. Para ello, ni más faltaba, se requirió de la compra de una jaula especial, además de la aplicación de un calmante para que no se pusiera nerviosa.

Con sus abuelos hizo las delicias. Estaban chochos y hasta confinaron en el patio trasero a cinco perros celadores para resguardarle la paz y el sosiego a Marjorie. Increíble lo que esta joven trepadora estaba logrando.

A su retorno a Caracas esta muchachita vino ufanada y sin mayor trámite se instaló en la cama matrimonial como una más. En sus noches de insomnio, se dedica a perseguir y morder todo dedo que se le atraviese. Desarrolló esta fijación. Entra y sale de la habitación a su libre albedrío.

Con el transcurrir de los días, parece que esta jovencita ha comenzado a cometer travesuras relativas a su condición de adolescente: se sospecha que se escapa por el balcón quién sabe a dónde, porque regresa curtida y agazapada, como quien espera un regaño.

Ha cumplido seis meses, etapa que según las cyber investigaciones es la más crítica hormonalmente hablando. La cotidianidad confirma esta tesis, porque cada vez que Marjorie se ubica en el aposento, se pone boca arriba y abre las patas para que se le acaricie el vientre. Es ahora un ritual.

Su benefactora anda en vilo, decidiendo entre dejar que la naturaleza fluya a su manera o esterilizarla. Pero esto último tiene generado un conflicto ético, porque privarla del hecho materno tiene su componente criminal.

Creo que la etapa culminante de su consolidación en casa está en desarrollo: en confabulación con su protectora se posa sobre mis piernas y adopta posición y gesto lastimeros, mientras una voz que simula ser la suya insiste en: reconóceme, por favor, yo soy tu hija.

martes, octubre 13, 2009

Naftalina


En estos días le comentaba a un amigo mi deseo de desarrollar y conducir un programa radial al que he concebido nombrar Naftalina.

El amigo mueve el entrecejo cuando le explico que será un programa dedicado a la denominada canción chatarrita y a su época.

Un programa en cuya presentación tenga un intro con Tren de medianoche a Georgia, que lo mezcle con No es una carga, es mi hermano y quizá con unos acordes calladitos de contrabando allá en el fondo de Hotel California, para amelcochar y neutralizar al inconsciente.

Mientras apasionadamente le voy relatando el plan de fuga, el pana va acentuando su silencio, hasta que lo emplazo a que me diga de una vez que si un programa de esta característica no lo escucharía ni Cappy Donzella.

Su preocupación es de otro orden. ¿Lo vas a pasar en una emisora comercial? Su pregunta esconde un fondo ideológico: ¿Tú crees que las radios alternativas van a poner música gringa? Lo desbarato. Le digo que ya la ponen, pero que además, ¿cómo puede ser un revolucionario rehén de prejuicios tan gafos? El intercambio termina en bronca y, como sucede en cada desencuentro, cada uno se repliega.

Por lo que no tuve oportunidad de argumentarle que si alguna vaina ha sido revolucionario en esta vida, ahí están de primero las canciones chatarritas, porque fueron el signo de un tiempo rebelde, irreverente, alzado, cuya válvula de escape eran estas canciones que te inoculaban la mente para hacerte un inconforme.

A usted le dicen que una canción se llama No es una carga, es mi hermano, y usted sabe que allí hay un drama arrabalero, el capítulo cumbre de una telenovela latinoamericana, pero una vez que oye al cantante destripar los sentimientos con su tempo barítono, a usted el cuerpo se le indigna y sin saber inglés entiende que allí hay un mensaje que nos instiga a emanciparnos.

Le expongo a otro partner la idea para que la requise y es tanto su militancia en la chatarra, que con voz de tenor dice: no concebiría un programa así sino comienza con Canción de la prisión. Entonces me cayó la locha: no debo seguir curucuteando a la gente, todo el mundo tiene su favorita y tampoco es que uno esté para estar calándose el manantial de evocaciones ajenas, las propias me rebasan. Es más, quédense con su programa.

viernes, octubre 09, 2009

Culazo



La oposición quedó tan desbaratada y ensartada con la pelada de culo, que hay que seguir hundiéndole el dedo.

Propongo que cada uno de esos culos sea identificado, que se inicie un intercambio en la superautopista para individualizar cada culo y preguntarle a su dueño que si lo volvería a pelar, que si reivindica a sus escuálidas pero honradas nalgas.


Porque después de darlo, andan agazapados, como señorita que piensa que todo el mundo la observa en la calle porque se han dado cuenta que ha sido desflorada.

Hay que sacarlos de la madriguera de la vergüenza y decirles vamos, machos, digan que esos culos son suyos y que ustedes hacen con ellos lo que los cuerpos les pidan.


Porque algún culo tiene que echar sangre. Son como ocho culos los que se exhibieron, así que seguro rápido damos con sus derechos de autor. Además, ¿son de paquete esos culos?


Me imagino la jornada internauta de individualización: “Coño, ¿pero esa cara no es de Juan...digo, ese culo?”. Ajá, Juancito, te vamos a regalar una desechable para que tengas mejor cara.

Diferente sería que las niñas manitos blancas se bajen los trocitos de tela. Ahí la cosa cambia, porque uno hasta las apoyaría. Además, coño, si las muchachas se las bajan entonces sí acaba este gobierno.

miércoles, septiembre 30, 2009

Cama y mesa


Seguramente que Fernandito Villalona forma parte del acervo personal de cada uno de ustedes. Al menos mi memoria colapsa de recuerdos con las canciones de este caballero, una potente leyenda musical que iluminó los desconcertados años de la Generación 90, de la que posiblemente yo formé parte pero echadito hacia la esquina, más bien en contra de mi voluntad (un perfecto renegado).

Para las perspectivas pueblerinas, Villalona venía a ser algo así como la lejana luz de un barco que se acerca parsimoniosamente y que se detecta en la noche desde el muelle de una pequeña comunidad perdida en los confines de un país abatido, es decir, una novedad rara pero anhelada, un tema bien sabroso de conversación desprendido de lo incierto, un orgullo injustificado, el titular de primera a falta de mejores acontecimientos. Porque Fernandito ni siquiera era que hacía poesía, sino filosofía, sobre todo para quienes teníamos la angustiante afición de problematizar las cosas más sencillas de la vida, como ir a bailar –o a hacer las veces- a la discoteca Los Gallegos de Valle de La Pascua, de donde Ramón Blanco y este servidor se largaban ofendidos a plena madrugada porque el disc jockey incurría en la sensatez de hacer rodar el acetato que contenía el tema “Amaneciendo”, lo que quiere decir que nos proclamábamos propietarios municipales de Fernandito Villalona. Era una manera de drenar la irreverencia con la que empezábamos a curtirnos, claro, pero eso lo sé ahora.

Nosotros entendíamos que se escuchara a Wilfredo Vargas, porque era cosa del vulgo –cuán equivocados por tantos años, Dios mío, cómo no entender entonces que El jardinero iba a ser un mito milenario-, pero Villalona estaba en un templo, era nuestra religión y como tal le teníamos su altar con sus velones encendidos. Era algo que irremediablemente habría de quedarse para siempre en nuestras vidas.

Cuántas tertulias madrugadoras, cuántas clases echadas por la borda, cuántas incendiarias discusiones con Henry Arteaga –un vallemetío que recaló desde Barquisimeto con los primeros long play de Villalona-, cuántas novias inasibles, cuántos besos perdidos por no saber decir te necesito, cuánta tristeza añejada, cuánta vida estropeada, cuánto talento sin florecer, cuánta pobreza sonrojada, cuántos aguaceros de ilusiones, cuántos llantos comprimidos, cuántos odios macerados, cuánto malditismo derramado, cuánta voluntad para que tener que entender al mundo por ultraje, cuánta buena voluntad con los iguales, cuánto estímulo por inyección propia y cuánto egoísmo inoculado por la atmósfera.

Todo ese verguero se me ha venido encima recientemente cuando en el bulevar de Sabana Grande he detectado parado tomándose una cerveza al mismísimo Fernandito Villalona.

Instintivamente no hice sino llamar a Ramón, quien garantizado de que yo me le acercaría, me imploró que le introdujera una sonda a los latidos de su corazón para extraer elementos con los que en una próxima congregación analizar, en retrospectiva, qué había detrás de los temas “Cama y mesa” y “Seré”.

Hice el recorrido, que tuvo tantos atajos como quepan en seis cervezas, y que oportunamente estaré transmitiendo por este mismo canal en día y hora indescifrables.


Posteadito: ¿Alguien sabe dónde conseguir confiables dólares del mercado intangible? Lamento este feo, pero tengo una urgencia familiar que desde luego no aspiro ni tengo tiempo de resolver vía Cadivi, y nunca como ahora me vendría bien una buena amistad. Senqiuverimucho.

Enriquecida por El Caracazo


Por cuenta de El Caracazo, Liliana Ortega y Cofavic (es la misma cosa, esta dama se adueñó de lo que nació como una genuina trinchera de lucha popular) reciben subvención de al menos 30 poderosas instituciones mundiales, entre las que se cuentan, faltaba más, la embajada de Estados Unidos, ONU, USAID y la Fundación Konrad Adenauer, etcétera largo. Pero usted se mete en la página de Cofavic (cofavic.org.ve) y le salen con la trampa de que la sección donde debe informar de su financiamiento está en construcción.

Es tan boyante la cuenta bancaria de Cofavic, que todos sus trabajadores, desde el más humilde hasta su directora ejecutiva (Liliana Ortega) y su presidenta Hilda Páez ¡ganan sus salarios en dólares!

La señora Ortega es la directora ejecutiva de Cofavic, y es la vocera , pero para barnizar de popular a su ONG puso como presidenta a la señora Hilda Páez, madre de un joven asesinado en El Caracazo. Ortega le tiene montada una custodia personal para asegurase de que no tenga acercamiento con los movimientos populares de Petare, donde vive la señora Páez (su hijo fue asesinado en el barrio Maca).

A las multimillonarias corporaciones que la financian, Ortega le rinde cuentas con informes constituidos exclusivamente por recortes de prensa de El Nacional y El Universal. Donde estos medios dicen que hay ejecuciones extrajudiciales, ella manda a una periodista para que recabe notas de prensa locales y así arma cuadernos que entrega a sus asalariantes.

Estuvo años acorralada por los adecos y copeyanos que no reconocieron los crímenes de El Caracazo, pero la Revolución los reconoció y los indemnizó, y ella se quedó sin alegato y se refugió en el arte de crear intrigas entre los familiares de las víctimas para que exijan el dinero de la indemnización, para que se echen cuchillo entre ellos.

El pueblo de Venezuela, en la memoria de los caídos durante El Caracazo, debería auditar la propiedad y las cuentas de Cofavic. Nos quedaríamos locos con los resultados.

lunes, septiembre 14, 2009

La América en punto de inflexión


Al cabo de una vertiginosa década de renovación política, la América inicia un nuevo punto de inflexión. Comienza el venidero 25 de octubre con las presidenciales en Uruguay, donde el Frente Amplio se proyecta a retener el poder, sólo que transfiriéndolo de un tibio Tabaré Vázquez a un candente Pepe Mujica. Continúa en diciembre de este año con la cantada victoria de Evo en Bolivia.

Pero las relaciones de poder se pondrán a prueba este mismo diciembre en Chile, donde por primera vez –post dictadura- el anquilosado Partido Socialista y la Concertación cederán el poder, bien a Sebastián Piñera, con lo cual el imperio buscará abiertamente imbricarlo con Bogotá, o al joven senador disidente Marco Enríquez-Ominami, que ha sostenido posiciones cercanas al ALBA.

En 2010 toca a Colombia, pero no es la misma situación de 2006, porque Uribe está desgastado y eso lo aquilatan bien las fuerzas imperiales, que si deciden jugar con Santos, quizá cometan un error histórico, pues el Santos guerrerista y racista es el adversario soñado para la izquierda, cuyo chance estribaría en Gustavo Petro y mucho más todavía en Piedad Córdoba.

Brasil vota en 2010, y no es tan seguro que el PT gane (por el exceso romanticismo de Lula), aunque su eventual derrota no será facturada por la reacción, sino por el Partido Comunista.

En 2011 se elige en México y Perú, pero ambos resultados serán directamente proporcionales a lo que haya ocurrido en Colombia y en las parlamentarias venezolanas de 2010, donde el proceso revolucionario y sus vástagos continentales tendrán su personal punto de inflexión.

martes, agosto 11, 2009

A BORDO DE LA FLOTA CUBANA DE PESCA


Hace unas noches estaba escuchando en Globovisión una entrevista que le hacían a Soledad Bravo, una muy buena cantante venezolana que toda su vida ha vivido a costillas, principalmente, del trabajo creador de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, insignias de la trova cubana, nada menos.

Soledad ahora no cree en lo que pregonaba en sus cantos, no cree en el poema del son desangrado y hasta se permitió cantar esa noche la canción El elegido, de Silvio. No dejó de causarme una leve irritación arrítmica reconocerla tan pitiyanki (que está en su derecho) y tan elegida, porque hay que estar descompuesto mentalmente para entonar El elegido tan bellamente y al mismo tiempo andar diciendo que estamos en una dictadura encubierta.

Le hice estos comentarios sueltos a una amiga, quien se atragantó con la empanada que engullía para decirme que yo no había visto llaga, porque la muy Soledad hace un tiempito que había tenido las santas de dedicar, escúchese bien, dedicar, la canción de El elegido a Nixon Moreno. Mi arrechera ascendió a la escala de pre infarto.

Como se sabe (cosa de la que él se ha quejado), toda canción de Silvio se desparrama en múltiples y libres interpretaciones, cada cual más loca e infundada (como aquella de que con el unicornio azul se estaba refiriendo a su anhelo por un bluyín; o como que con Te doy una canción estaba suplicando por el polvillo). Lo que demuestra que sus canciones son poemas monumentales, capaces de habitar a cada persona con un ADN personalísimo.

Una que otra aclaratoria ha hecho Silvio al respecto. Por ejemplo, que efectivamente en 1969 compuso quizá su poema más nostálgicamente desgarrador y amoroso como lo fue De la ausencia y de ti (un título que por sí sólo nos vuelve mierda a los melancólicos), dedicado a una mexicana que en La Habana le esguachingó el corazón (actualmente son panas). Que esta canción sea clasificada por el mismo Silvio como una de las más nostálgicas, hay que echarle bolas, siendo que cada verso que este caballero canta es una nostalgia en sucesión.

Otra aclaratoria de Silvio se corresponde a otro tema suyo descifrado igualmente en 1969, e inspirado en los sucesos acaecidos el 26 de julio de 1953 en el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, cuando más de 100 guerrilleros combatientes contra la dictadura de Fulgencio Batista se vieron frustrados en el asalto al cuartel Moncada.

Uno de los líderes de aquella acción heroica fue Abel Santamaría, quien cayó preso en el asalto en su responsabilidad de tomar el hospital civil.

El descalabro lo puso en manos de sus enemigos, quienes lo torturaron para que delatara a sus compañeros. A los 26 años, y habiendo dejado de lado una vida colmada de suficiencias, aguantó serenamente la tortura, que comenzó a palos y prosiguió con la quema de uno de sus brazos; luego sus ejecutores le sacaron un ojo y Abel soportó estoicamente este salvajismo. Y murió sin abrir la boca. Semejante actitud la de su hermana Haydee (bienaventurada, con los años, de la Casa de Las Américas y madre putativa de los rebeldes de la nueva trova –en realidad, la dedicatoria de Silvio fue para ella-), a quien pusieron a escuchar y ver las torturas a su hermano para que fuera ella quien delatara. No lo lograron y aquel capítulo familiar quedó sellado para siempre en la memoria de los pueblos de América Latina, que honra con el recuerdo a sus mártires.

Del gesto indescriptible y sublime y bello y espeluznante de Abel, quedó su legado para la historia de la Revolución Cubana, que lo reconoce como a uno de sus héroes. Quince años después, Silvio le compuso, a bordo de la flota cubana de pesca, El elegido, que esta coñitoesumadre de Soledad Bravo ha venido a profanar dedicándosela al delincuente de Nixon Moreno.

martes, julio 28, 2009

AYUDEMOS A OBAMA


Mi amiga Sandra Guinea me escribe un correo desde Centroamérica para reclamarme mi ausencia del tema Honduras. Atribuye mi desánimo a que no es un asunto de Venezuela.

Le digo ahora que la acompaña la razón en una cosa pero la desacompaña en otras. Cierto que no he escrito sobre Honduras, tal vez porque excepcionalmente he andado hablando más del caso Honduras que escribiendo. Pero se equivoca cuando juzga que lo que ocurre no ocurre en Venezuela. Cualquier sesudo sabe que el epicentro de la crisis es Venezuela, y el desenlace está en veremos a la espera de Obama, que no de Estados Unidos.

En algunos programas de radio y en conversaciones informales he venido diciendo, como es obvio, que la embestida es contra la idea de los procesos constituyentes (nada es más poderoso que una idea cuya época ha llegado).

Si el proceso constituyente se agilizaba en Honduras, el ALBA iba a mover el tablero con una jugada de oficio: Nicaragua y El Salvador escoltarían inmediatamente la seña. Y por efecto Belice, y de carambola por la dinámica (y dialéctica) sociopolítica ¿ascendería hasta ¡México!?

Al menos en México el tema iba a ser parte del debate, y en función de la idea constituyente giraría la opción que podría tener López Obrador de refundar a los aztecas. Se suponía que el estallido de Centroamérica causaría alguna ebullición a la mexicana.

Como se ve, se trata de una escalada, de un ascenso hasta imaginario (de Suramérica sube a Centroamérica con pretensiones de hacer cúspides en los yuneisteis).

Antes de que la sangre se asomara en el horizonte, el poder económico estadounidense ha encontrado ocasión de poner en trance a Obama para que diga si es marisco o molusco.

A su modo, Obama había emprendido una lenta pero interesante transformación de la mentalidad gringa. La hegemonía no pretende dejar desarrollar mucho esta cabuya y desde la base militar de Honduras lo reta permanentemente a decir con quién está (el silencio otorga, claro).
De modo que el adefesio militar y político de Tegucigalpa no reta a nadie, no es contra la OEA y LA ONU y Mercosur y Río y ALBA que hacen sus carantoñas.

La jugada consiste en detener a Obama, y la respuesta que se espera es la de Obama, quien no tiene otra opción que el silencio, y será mejor ir comprendiendo esto y acordar la incursión de Zelaya en Tegucigalpa para que el balón quede en manos del poder yankee.

Si Obama decantara por una posición dura a favor de restituir la constitución hondureña, inmediatamente sus adversarios polarizarían al pueblo estadounidense con el estúpido dilema de chavista y antichavista. Es lo que Obama no quiere hacer, pues lo quiere meter como el perro. Hay muchos pobres en Estados Unidos a quienes no tiene por qué disgustarles que el grueso del presupuesto se gaste en ellos. Demasiado ambiente servido para la propuesta de voltear al país. Estados Unidos, a fin de cuentas, es una bomba de tiempo, y los imperialistas no quieren a este tiempo de constituyentes. Si los Estados Unidos es un pueblo de pensamiento de avanzada, ¿por qué va a esquivarle el cuerpo a hablar una nueva constitución?

Obama no tendrá propuesto llegar y lanzar un decreto llamando a la Asamblea Nacional Constituyente, pero sus pequeños (a veces imperceptibles cambios) irían moldeando la rígida estructura del alienado pueblo estadounidense. Es la única vía, porque si Obama intenta su terapia política por electroshock, como sí ha ocurrido en Suramérica, es completamente inviable y sería sacado del poder a través del congreso. Sólo le queda el camino de la vaselina y antes de que la penetración se hiciera irreversible, los dueños de ese país han logrado una jugada inteligente a sus fines: detener la gestación revolucionaria en USA.

Y el poder gringo, se encarna en el rostro y el cuerpo de la Hillary Clinton. A ver, cuando se produjo la entrevista con Globovisión (donde el versátil Leopoldo Castillo se dedicó a leer letra a letra las preguntas del libreto), la intención clara era evitar que el repique del golpe en Honduras viniera por vía de Globovisión. Es que una de las preguntas y su respectiva respuesta delataron este propósito. Es decir, bueno, dimos un golpe y seguramente el ALBA moverá uno de sus alfiles contra un caballo nuestro, será mejor advertir que eso nos disgustaría, precisamente ahora que el canto de mate a los golpistas queda de nosotros. Esperen a ver si nos decidimos.

Así que los minutos conspiran contra el ALBA y no veo más camino para Zelaya que llegarse mañana mismo a Tegucigalpa y martirizarse en serio. La patria grande se lo agradecerá y le hará un pequeño espacio en la Historia. Y queda de nosotros ver cómo ayudamos a Obama, uno de los sufridos de este cuento.

domingo, julio 19, 2009

Luisa Ortega Díaz versus el pueblo

Introito:
Recientemente la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, publicó en Últimas Noticias una opinión defensora de su propuesta de instaurar una ley de delitos mediáticos. Como en este texto ella expone la nuez conceptual de su planteamiento, me he tomado la atribución de ofrecer mi opinión sobre el tema sobre el de la fiscal general. Abajo, sus ideas en color negro, y los comentarios míos remarcados en rojo.

Por cierto que no he visto que los periodistas dolientes de la Revolución Bolivariana estén discutiendo este asunto. Me temo que hay un conformismo y cierto placer de que haya tenido que venir una abogada a pretender llenar nuestras lagunas mediante un decreto.

pd: a través de su equipo de prensa ya hice llegar o intentar hacer llegar esta reflexión a la fiscal general.

Delitos mediáticos

Por: Luisa Ortega Díaz

El artículo 60 de la Carta Magna establece que toda persona tiene derecho a la protección de su honor y reputación. Este derecho está protegido a través del Código Penal, que establece sanciones para los delitos de difamación e injuria. Es decir, frente a un derecho el Estado otorga la garantía de sancionar a quien exponga a otro al desprecio público.

Hay jurisprudencia[1] que sostiene que el derecho a la información (de la ciudadanía) está por encima del honor, esto en el entendido de que el peor asesino también tendría derecho a no ser sometido al escarnio (la prisión ya supone suficiente castigo). Pero, efectivamente, el Código Penal otorga herramientas a quienes se sientan vulnerados por el ejercicio periodístico. Lo que quiere decir que quien se sienta difamado o injuriado, necesariamente debe concurrir a los tribunales y pasar por el malestar que esto supone desde todos los aspectos, como tener que contratar un abogado y disponer del tiempo para someterse a un maratón judicial.

Por otra parte, el artículo 58 del texto constitucional, que regula la libertad de expresión, establece el derecho de las personas a la información oportuna, veraz, imparcial y sin censura. Ante la violación de este derecho no existe ninguna protección, pese a que este artículo señala que la comunicación comporta deberes y responsabilidades. Es decir, en caso de que las personas no obtengan información veraz o cierta, no es posible sancionar penalmente a los responsables, pues la conducta se considera atípica.

Este artículo tiene contradicciones y vacíos que me permito exponerle: de suyo, la información tiene que ser veraz, lo contrario lo niega. Así que una primera contradicción viene por la vía del pleonasmo. Lo mismo que oportuna, es decir, el concepto de noticia lleva adherida como siamés la noción de perentoriedad (noticia es algo que pasa y que se informa rápido). Y lo de imparcial se niega en la misma Constitución cuando se afirma que la libertad de prensa y la libertad de opinión y la libertad de expresión se garantizan. De modo que desde el mismo momento en que editar un periódico es lícito, en ese instante se está licenciado la parcialidad. De hecho, en la praxis esto está legitimado cuando nos preguntamos que cuál es la línea editorial de equis medio. Y finalmente, hay un vacío que enmarca todo el problema: en realidad estamos hablando de medios de información (que recaudan y suministran información). La comunicación trasciende orbitalmente a la información, al punto de que estamos en presencia de dos teorías distintas y en ocasiones diametrales. La teoría de la información es apenas uno de los tantos tópicos de la teoría de la comunicación. Tanto es así, que el mismo artículo garantiza que el derecho a recibir “información oportuna…”.

En las últimas décadas hemos sido testigos del auge de los medios de comunicación (información). A través de ellos se conoce lo que ocurre en el mundo, se emiten opiniones, se publicita y hasta se incita: Es conocido cómo en febrero de 1898 el empresario de los medios de comunicación (información) William Randolph Hearst, azuzó la guerra entre EEUU y España apelando a la manipulación de hechos tras una supuesta destrucción del acorazado norteamericano Maine en la bahía de La Habana. Con estas noticias, además, el empresario aumentó las ventas de sus diarios. No manipuló, inventó.

En fin, ciertos medios cuentan los hechos a su manera (irremediable) y, en muchos casos, premeditadamente, sin importar el impacto que la noticia tiene en la población (los medios, justamente, tienen por razón de ser el de impactar a las sociedades). En 1938, el guionista y productor estadounidense Orson Welles generó pánico en Nueva York al adaptar en radio la novela La Guerra de los Mundos, que trata sobre una ficticia invasión extraterrestre. La histeria colectiva generada demostró el poder de los medios de comunicación (información). Buen ejemplo, ¿tuvo la culpa Orson Welles por la excesiva credulidad de los habitantes de Nueva York? El punto es, doctora, que lo emitido en un medio tiene, precisamente, valor en la medida en que unos usuarios disciernen o no sobre lo que se les informa. Si fuese fácil de creer lo que El Nacional o El Universal escriben, o lo que Globovisión emite, el presidente Chávez estuviese liquidado hace algunos años, incluso antes de emerger.

Con el paso del tiempo la historia se repite y las manipulaciones de algunos medios han aupado desde crímenes de guerra, como en Serbia, hasta golpes de Estado, como en Honduras. Y como en Chile y como en Venezuela y en todos lados. También se usan para sostener dictaduras encubiertas como democracias.

Venezuela no escapa de situaciones similares, y frente a éstas no existe garantía de que el Estado imponga las sanciones a quienes en forma dolosa difundan informaciones inexactas o no veraces. Por ello desde el Ministerio Público promovemos la sanción de la Ley contra Delitos Mediáticos, para regular la actuación de los medios.

Doctora Ortega, usted misma ha citado los artículos constitucionales 58 y 60 como garantía de la ciudadanía frente al desempeño de los medios.

En todo caso, doctora Ortega, con su respecto, a mí me parece percibir de su genuina preocupación que la conclusión es que tales artículos son insuficientes, pues la gente no los ejerce. Y se crea un cuello de botella de liberalismo e impunidad.

Digo esto porque, por mucho que le meto coco, no veo factible que podamos con una ley de delitos mediáticos, porque cada noticia que se escriba o se emita deberá estar acompañada de un juez que signifique la garantía de veracidad. Esto no tiene aplicabilidad, porque la conclusión nos pondrá a debatir cuándo una información es verdad o no, y de allí a debatir plenamente el concepto de la verdad, no hay barreras.

Sin contar que tendría que crear usted una fiscalía de medios, en la que se dediquen a leer todos los impresos y todas las televisoras y radios para ir determinando qué es verdad y qué no.

Usted podrá decirme que ello no es necesario, pues no aplica la variante de noticia críminis, sino que se actuara a instancia de un tercero.

Si esto es cierto, ¿no puede ese tercero invocar los artículos 58 y 60 y acudir ordinariamente a un tribunal?

Doctora Ortega, permítame este abuso: creo que la génesis de su preocupación está en el artículo 57 constitucional, que garantiza el derecho a réplica, que se ha vuelto obsoleto de tan poco recurrido.

Inciden factores emocionales: nuestro pueblo sigue percibiendo a los medios y a sus periodistas como templos inaccesibles, como entidades intelectuales contra las cuales hay poca capacidad de confrontación.

Si nosotros logramos extraerle esa debilidad a nuestro pueblo, los tribunales venezolanos se verían atestados cotidianamente de acusaciones de periodistas, como en otras sociedades, por cierto.

De modo que me permito recomendarle que, en lugar de una ley de delitos mediáticos, se cree una fiscalía de atención a las víctimas de los medios de información, la cual sea habilitada (instada) por un individual para incoar juicio.

En resumen, el Ministerio Público puede darle sentido y pertinencia al artículo 57, y en consecuencia colmar a todos los medios de réplicas (que por antonomasia cuestionan el desempeño de un medio) y consecuentemente de juicios, que en el corto tiempo se convertirán en modeladores de la actividad periodística. Más legítimo no puede ser, además. Yo alguna vez pensé en una Defensoría del Pueblo frente a los Medios.


[1] El inefable Arteaga Sánchez es puntal de esta doctrina

jueves, julio 09, 2009

Envirulado



''El humor es la distancia que hay entre lo que somos y lo que creemos ser''


Virulo, conocido por algunos también como Alejandro García Villalón, y que en antiguas temporadas tuvo como alter ego a Konstantín Von Sauerkraut, el personaje protagonista de muchas de sus composiciones humorísticas y quien ahora promete retomar su saga, se volvió a instalar en La Habana luego de 20 de residencias en México, donde existe un tipo de humor choreto que puso en jaque el sideral talento del cubano, a quien le hice esta suerte de entrevista.

En los últimos años, ¿se ha distanciado de Latinoamérica?

Para nada, me he presentado en Venezuela, en Argentina, en Chile, en Colombia y muchas veces en México.

¿Qué variaciones conceptuales les dejaron los discos "Virulo furioso" y "Canciones del corazón y el resto de mis tripas"?

Mis conceptos del humor no han cambiado, creo que el humor no es sólo para divertir sino para mostrar una faceta poco vista del mundo y de los hombres, sigo pensando que el humor es la distancia que hay entre lo que somos y lo que creemos ser, por eso siempre será más cómico un tipo feo que se cree bonito que un feo a secas.

¿Se ha mexicanizado su humor luego de más de 20 años de residencia en este país?

Creo que tal vez me he universalizado más, y sí, por supuesto, estar tanto tiempo en México ha marcado muchas cosas de mi obra, pero no creo haberme mexicanizado, de hecho tengo profundas contradicciones con el humor comercial que se hace actualmente en México y creo que es de lo peor de América Latina.

¿Qué es de la vida de Konstantín Von Sauerkraut? ¿Está senil? ¿Ha tenido mejor suerte en los últimos años?

Ya estoy pensando en continuar la saga y al parecer Konstantín vuelve con fuerzas renovadas y mucho viagra.

¿El público le sigue exigiendo "Génesis"?

Por suerte sí, así que estoy pensando seriamente meterme a cura.

¿Nico Saquito y Miguel Matamoros siguen siendo una inspiración en la obra humorística de Virulo?

Esos son mis padres y que yo sepa uno no puede cambiar de paternidad, y menos siendo un buen hijo... como modestamente me considero.

¿La Habana le sigue siendo imprescindible para su proceso creativo?

Sí, de hecho me acabo de mudar nuevamente para allá, aunque siga estando por temporadas en México.

Usted ha sido un audaz crítico de cierto tipo de "humor" en la televisión mexicana (humor gracejo), ¿mantiene esta visión o ha surgido una renovación que lo ha hecho cambiar de opinión?

La tremenda presencia de la televisión comercial mexicana en los hogares de este país creo que ha sido un poderoso instrumento de banalización y desinformación del pueblo mexicano y definitivamente un atentado contra el pensamiento y la inteligencia, lamentablemente; salvo honrosas excepciones, el humor comercial ha estado a la vanguardia de la estupidez.

¿Qué descubrimiento humorístico ha hecho en Latinoamérica en los años recientes?

En México: Lazcano Malo y Germán Dehesa (un excelente periodista y humorista mexicano). En Cuba: Telo

Ya pasados los años, ¿se atrevería a contar cómo y por qué nació "El Colibrí", un paréntesis estilístico en su carrera que para muchos es una alcabala en sus conciertos?

Pues surgió de un cuento que le hice a mi esposa una noche en Varadero, Cuba, luego le puse música y luego me di cuenta de que la de "La edad de oro" tenía mucho que ver con la historia.

¿"La edad de oro" sigue siendo una referencia cotidiana para usted?

Creo que es uno de los libros más hermosos y con más respeto por los niños que he leído.

¿Se ha cansado?, ¿hace menos conciertos?

Para nada, al año hago no menos de tres conciertos por semana como promedio, a veces hago 15 conciertos uno detrás del otro y luego descanso y escribo un par de meses.

¿Se siente cómodo cuando se le invoca su condición de fundador de la Nueva Trova Cubana?

Sí, me sigo sintiendo de la nueva trova, parte de la revolución y parte de la cultura de mi país Cuba.

¿Qué se le ha hecho Sara González?

Sarita está bien, con algunos problemas de salud que la han alejado un poco de los escenarios, pero sigue siendo una persona muy querida para mí.

¿Qué valoración hace de los procesos sociales que han echado marcha en América Latina?

Pues que ya era hora de que Latinoamérica se percate que somos nosotros quienes tenemos que resolver nuestros problemas, no nadie de afuera.

¿Y de los cambios introducidos por la Revolución Cubana bajo la presidencia de Raúl Castro?

Pienso que Raúl tiene una visión más pragmática de la realidad cubana y está haciendo lo necesario para que Cuba produzca y eso traiga más recursos y un mejor nivel de vida para los cubanos.

Piensa que esta es la mejor conclusión del humor: "El humor no distrae: concentra, el humor no acepta: cuestiona, y finalmente no gratifica: inocula el veneno de la duda" (definición contenida en un prólogo de uno de sus discos).

Así es.

¿Ahora es más revolucionario?

Creo que sí, y más consciente de lo que eso significa.

martes, junio 30, 2009

Los anecdóticos


Con felina atención he estado este último mes tanteando las derivaciones del evento que con “intelectuales” realizó el Centro Internacional Miranda. Una primera frustración me ha golpeado: casi todos los allí presentes se replegaron como cucarachas una vez que Chávez los tildó de jueces y de presumidos, si bien planteó la necesidad de la crítica y de la autocrítica, aunque se pronunció por la necesidad de que primero definiéramos qué es un intelectual, sobre todo, qué es un intelectual en revolución.

Me ha decepcionado no ver a ninguno de los allí presente salir a batirse en defensa de lo que se dijo. Porque, finalmente, ¿se va a quedar sin paternidad la teoría del hiperliderazgo de Chávez? Por contrario, muchos han salido corriendo a publicar en Aporrea sus intervenciones para que quede claro que ellos no dijeron semejante vaina, que es una cobardona manera de pedir clemencia por lo inexpresado.

Pero desde luego que allí había intelectuales en el sentido exacto de su significado (los pocos), y otros que simplemente creen serlo e interpretan serlo (los muchos). Otros (los poquísimos) simplemente no saben qué hacían allí y por ahí se les ve acuñar maquinalmente que ese evento fue “histórico”, una jactancia inmamable no tanto por lo falso como por lo presumido, porque toda verga que ha venido pasando en estos diez años en Venezuela es HISTÓRICO. ¿Entonces el pueblo no es intelectual?, preguntó Chávez aquel domingo que los regañó.

En cualquier caso, no es mi abierta intención en este artículo meterme ni pelearle con quienes estuvieron allí y no fueron capaces de confrontar a Chávez (negación de la intelectualidad). No. Quería más bien advertir sobre cierta especie de intelectualidad que en el evento del CIM me parece que tuvo escasísima representación. Hablo de los integrantes de un grupito burocrático que con mucha astucia ha sabido apoderarse de una fama de intelectuales, de pensadores, de esclarecedores del momento. Y en esta condición son invocados para eventos, charlas, clases, cargos, asesorías, comisiones de servicio. Toda una red de refugios para no hacer ni aportar nada pero al mismo tiempo quedar como los salvadores de la patria, al menos del momento, del problema.

Se les identifica con cierta dificultad, pero usted puede reconocerlos porque en toda reunión que busque dilucidar una crisis específica, ellos apelarán a su fenomenal y desternillante repertorio de anécdotas (una mejor que otra), que van dosificando cada vez que en el encuentro hay un punto de inflexión. Así va transcurriendo la reunión, con más carcajadas que soluciones. Si uno de los presentes se salta lo anecdótico e intenta perforar al grano, el anecdótico apelará a una leyenda estelar, con la que perseguirá el doble propósito de la risa y el estremecimiento de la conciencia.

En realidad es una técnica para banalizar la situación pero haciéndola chévere, llevadera, pues las anécdotas casi siempre se refieren a libros y escritores, o a grandes políticos, por lo que los interlocutores van ganándose en la impresión de que forman parte de un colectivo intelectual arrecho, que comparten unos chistes que sólo se conocen en circuitos específicos del pensamiento. Es una trampa sicológica de los anecdóticos para salir indemnes de su propia precariedad.

Al final, los demás quedan con una sensación de devastación mental, estragados, como si hubieran hecho un esfuerzo físico inhumano. Y cuando alguien les pregunta que cómo estuvo la reunión, dirán que estuvo de pinga, pero al rato comprenderán que no hubo discusión y de la devastación pasarán a la pequeña depresión.

En tanto, el anecdótico habrá subido un escalón más hacia su templo en el que todo es quietud y es su sueño: una embajada anónima.

domingo, junio 28, 2009

El señor fiscal y su ahora señora van a la marcha del CNP


Circa 1999, quizá 2000 ó 2001 (yo qué sé, no convertí esto en razón de mi existencia). Yo me desempeñaba seguramente que con más errores que aciertos como reportero policial, rol en el que me aburría bastante, de allí que siempre anduviera buscando febrilmente cómo reinventar cotidianamente el periodismo, delirio del que todavía no me curo y por el que sufro mucho, en tanto soy muy infeliz. Pobre de mí.

Así como a Tarek William, en prensa policial solíamos recibir a los familiares de víctimas de la indefensión, que encontraban en los periodistas una luz en el túnel oscuro.

Cierta mañana recibí a una señora que llevaba una conmoción contenida. Su hijo de 18 años recién cumplidos estaba preventivamente preso en La Planta por solicitud de un fiscal público, quien lo involucraba en un asesinato ocurrido en un sector de Caricuao. Mitad solidario y mitad buscando matar el hastío que en las mañanas atacaba a la fuente policial, me fui con la señora madre a su sector y hablé con todo el mundo allí (menos con un ecuatoriano que servía de testigo principal al implacable fiscal). Obtuve suficientes indicios de que el muchacho preso en La Planta no estaba perdido en el camino de la delincuencia, que trataba de estudiar y que, líneas generales, era un muchacho de su casa al que una detención preventiva nada menos que en La Planta le estaba haciendo una invitación VIP al mundo de la perdición.

Total que construí una crónica bastante arrimada a la costillas. Sin dilación, el fiscal se declaró agraviado y solicitó un juicio en mi contra.

Injuria, difamación, infamia, creo que son las tres categorías asociadas al COPP con respecto al ejercicio del periodismo. Dos de estas tipologías suponen la evacuación de pruebas (si tú dices que yo robé tal cosa, ven y trae las pruebas), y la otra no, basta con el que acusador se declare agraviado y punto. El fiscal que se sintió ofendido por mi crónica prefirió la opción más despejada, aquella que no llamaba a la presentación de pruebas, porque esto suponía que pasáramos a identificar si el muchacho estaba injustamente preso en La Planta, para después determinar si entonces tenía sentido la presunta ofensa. Todo ello después de que hubiera ejercido ampliamente su derecho a réplica.

Lo cierto es que yo fui a mi audiencia preliminar sin convocar a jefes, colegas, amigos, familiares ni novias. Cómo no, la empresa que me exprimía puso a mis servicios un extraordinario litigante que al momento de alegar en el tribunal entraba en trance, levitaba de pura pasión a su arte. Como en el acto de conciliación el señor fiscal planteó que él sólo se sentiría resarcido si yo publicaba en dos grandes diario un aviso a página abierta pidiéndole perdón, ni siquiera terminamos de escuchar su idea y pedimos que por favor pasáramos a juicio. Total, yo en mi condición de periodista sólo diga la verdad, de modo que me resultaba cómodo y sencillo presentarme ante la señora jueza a defender la verdad.

No quise que la otrora poderosa empresa pegara lecos en mi favor con el artilugio de que se estaba atacando a la libertad de expresión, no inmiscuí a compañeros de fuente ni de redacción en el asunto (prácticamente no se enteraron), no amargué a familiares y novias con el temita. No. Yo detesto el papelito de víctima y acuso de patético al que lo asume. Yo quería ser consecuencia con lo que he creído, esto es: los tribunales repletos de periodistas defendiendo la golilla de la verdad.

Tuve un par de sesiones de asesoramiento con mi abogado, quien trazó una elemental estrategia de demostrar que no había móvil en el hecho imputado (lo cual era verdad). Y así llegamos rapidito al juicio, a instancias nuestras. Cuando yo estuviera en el banquillo siendo interrogado por la sensualota abogada acusadora, antes de contestar su pregunta debía mirar hacia mi coach: si se tocaba la corbata, debía responder no a la pregunta, caso contrario sí. No debía explayarme, mejor si me limitaba a responder.

Hubo un momento de duda, producto de una pregunta que yo había previsto, pero que mi abogado insistió en que me defendiera con la respuesta que él me diera en el instante. Lo desobedecí en esta respuesta y esto puso en jaque el juicio a nuestro favor, según me reclamó el jurisconsulto en una pausa. A cambio, me felicitó y dijo que ya estábamos ganados cuando ante una pregunta de la morena acusadora me entró un espíritu y me tiré un discurso memorable, concentrado en citar jurisprudencia de Alberto Arteaga Sánchez, a quien el fiscal tenía como Dios del derecho.

Concluido el juicio, y mientras la jueza deliberaba, en la afueras del tribunal Américo Morillo –quien se presentó un rato a hacer la foto del caso- no paraba de manifestarme su asombro al verme erigido en verdugo de la retórica.

La jueza que termina su deliberación y sale y la anuncia: absuelto. Abrazo sin sobresaltos entre el abogado defensor y su cliente. Y enseguida me devolví a mi fuente policial y en la tarde regresé a la redacción y entregué mis dos páginas y en la noche me fui a mi casa y me comí mi arepa frita con queso y mantequilla y la tacita de café con leche, que sabe a gloria después de haber demostrado en el tribunal que los periodistas somos amos y señores de la verdad. Y lo demostré sin que la jauría se enterara del juicio, ni aplicó la solidaridad automática. Fui un ejercicio de diversión y de aprendizaje (es in incalculable lo que un periodista aprende de su oficio luego de pasar por un juicio).

Pero los que sí estuvieron todo el tiempo arrechos fueron el fiscal Luis Izquiel y su entonces novia defensora (ahora esposa): la exuberante Delsa Solórzano, que ahora es una adalid de la defensa de la libertad de expresión, y que en nombre de ella seguro marchará este sábado al lado de los periodistas que se envanecen declarándose antichavistas.


PD: Habían pasado seis o siete horas y los medios de información del Estado no hallaban qué hacer con la noticia del fallecimiento del cantante Michael Jackson. De hecho, ninguna televisora ni portal lo había reportado todavía en horas de la noche. Mientras CNN reportaba el ingreso de 10 mil correos en dos horas, los medios revolucionarios ignoraron el acontecimiento, como si con ello desaparecieran esta verdad. Lo único que lograron fue que los socialistas se fueran en masa a otros canales. Es verdad que es una exageración de CNN encadenarse con la noticia, pero no es una exageración menor desaparecerla. Este viernes en la tarde escuché una escueta reseña de Tves en la voz de la flaca Alesandra Perdomo. Mientras tanto, Silvio Rodríguez se reúne en La Habana con Juanes, quien se declara al mismo tiempo admirador del trovador y de Álvaro Uribe.

miércoles, junio 24, 2009

Lecciones de romanticismo




A finales de la rarísima década de los 80 las salas de cine de Venezuela se abarrotaron por la exhibición de la película “Dirty dancing”, en la que un musculoso y guapísimo Patrick Swayze interpretaba a un proletario profesor de baile gringo que prendaba de su corazón a una aburguesada muchacha a la que conoció en un campamento de vacaciones en el que trabajaba el instructor. Ella encarnaba a la típica inocencia de la perdida juventud estadounidense y él parecía más bien un emigrante centroamericano, a pesar de su arrasador aspecto de niño bien.

“Dirty dancing”, ambientada en los años 60, contó con una inolvidable banda sonora que no solamente se ganó los premios cinematográficos que la mayoría de los cineastas anhela, sino que se instaló para siempre en la nostalgia de quienes cuyos corazones vibraron a los compases de un Patrick Swayze que en el imaginario venía a sustituir al también mítico bailarín de “Staying alive”, Tony Manero, alias John Travolta, quien a principios de la misma década había causado los mismos maremotos vaginales que después ocasionaría Swayze, y que en 1978 había iniciado Travolta con Danny Zucko en “Vaselina”.

Entre las millones de latinoamericanas que padecieron este sarampión ochentero, está mi nena, quien sufrió este revolcón sentimental en retro.

Veinte años después, que en el tránsito permitió que Swayze protagonizara una muy buena y quizá imprescindible película de acción llamada “Punto de quiebre”, se conoció la infausta noticia de que Swayze atraviesa una enfermedad degenerativa que lo tiene con los días contados. Recientemente declaró que el médico le había dicho que le quedaban dos años de vida. Y demacrado tuvo que tomarse una foto al lado de su esposa y lanzarla a la jauría de los medios para acallar versiones de su supuesto fallecimiento.

Seguramente que aprovechados de esta infeliz circunstancia, los zamuros de un canal del cable andan repitiendo casi diariamente “Dirty dancing”. Y el tiempo no ha minado ni un grado de sentimentalismo que este film suscita en mi nena, quien por contrario la sigue viendo tantas veces como la repiten, y se queda embelesada frente al televisor pegando gritos casi imperceptibles de esquizofrénica emoción contenida. Ha llegado a más: me obliga a ver y analizar ciertas escenas en las que según ella Swayze destila romanticismo hasta en la manera de mirar a su mami.

Especialmente me amarra para que observe la escena final*, que transcurre más o menos así: Swayze ha sido votado del campamento acusado malamente de robar la cartera de una huésped. En el baile final, empero, regresa e irrumpe en el salón y se dirige a la mesa donde está la joven con su familia. Y dice poco más o menos: Nadie pone a mi nena en un rincón, y le extiende la mano y se van al centro de la pista y empieza el contorneo. Presuroso, el disc jockey deja sonar la legendaria banda sonora de la película y separados por unos pocos metros, Swayze se va acercando a ella y mientras más cerca, apela a su dedo índice y se lo muestra como diciéndole: ven. Este gesto, acompañado del movimiento caderìstico y sobre todo, sobre todo, la manera en que él la mira, provoca el colapso de mi chica, quien adquiere un tonito de súplica y pide que la mire de idéntica manera.



*http://www.youtube.com/watch?v=WpmILPAcRQo&feature=fvst

domingo, junio 14, 2009

BOLÍVAR GIGANTE


Uno de los principales imanes del presidente Chávez es su dedicación a pasearse por la historia del país y recrearse en ella, detenerse en ella y casi siempre reinterpretarla desde enfoques increíblemente verosímiles –por ejemplo, Bolívar no murió sino que fue asesinado-. Muchas veces, sencillamente Chávez nos enseña por primera vez el pasado. En su faceta de pedagogo de la historia patria, sus aportes son invaluables y sólo en el porvenir esta virtud será comprendida en su colosal dimensión.

La diferenciación del Páez militar, faceta que admira, del Páez político, que abomina, es un meollo de su audaz autoría que no ha hallado resistencia ni siquiera en los historiadores más enceguecidos.

Así que el Hugo Chávez profesor de Historia pasará a la historia como el gran descubridor para una inmensa mayoría de venezolanos.

En lo personal, desde luego que no escapé de lo se repetía autómatamente en la escuela y el liceo: que fuimos descubiertos por Colón, que Francisco de Miranda fue el precursor de la independencia y que Simón Bolívar, además de ser el padre de la patria, era un hombre delgado y bajito, prácticamente de metro y medio. Y con esas características históricas uno se hacía una construcción de Bolívar: pequeño pero gigante, etcétera.

Por lo que se comprenderá el tremendo sacudimiento que sufrí al descubrir que en realidad Bolívar medía 1, 67 metros. Dios mío, casi un jugador de baloncesto.

El hallazgo lo realicé en el libro “Simón Bolívar, biografía”, de Alfonso Rumazo González, de Ediciones de la Presidencia de la República de Venezuela.
Hace algunos meses, a la buena sombra de Carlos Lanz, estuve nada menos que el Salón Ayacucho de Miraflores ofreciendo una charla. Lanz haciendo una argumentación de la manipulación sicológica toyovisionaria por medio de la noticia y en mi caso sosteniendo que el periodismo venezolano de academia es una trampa imperial que enajena al individuo y lo pone a repetir como loro que el periodismo es para decir la verdad.

Concluido lo cual nos obsequiaron la biografía de Bolívar escrita por Rumazo González (fallecido en 2002), en cuya primera parte, titulada UN HUERFANO RICO, se extrae:

“En el primer cuarto del siglo XIX Napoleón en Europa; Bolívar, es América. Pero Napoleón se quedó inmóvil para siempre en la gloria del pasado; Bolívar, continúa vivo y actuante.

Mediano de estatura –un metro sesenta y siete centímetros- tenía cuerpo fino, elegante y nervioso, como una espada toledana”.

El hallazgo me produjo una vergüenza íntima, una ruborización. Cómo es posible que tenga una versión tan desfigurada de la verdad, por qué he sido tan irresponsable con las cosas que creo.

¿Cuántas otras muchísimas cosas tendré equivocadas? A ver si me pongo a leer, o presto más atención cuando Chávez hable. Lo mismo les recomiendo.

sábado, junio 06, 2009

El periodismo latinoamericano según Gabo


Según aviso publicitario insertado en la página 76 del diario Últimas Noticias del sábado 23 de mayo, el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) de Venezuela ha convocado al Premio Arturo Uslar Pietri a la Comunicación, a entregarse el 27 de junio, Día del Periodista, que se conmemora en evocación de Simón Bolívar y El Correo del Orinoco (por tanto el premio nacional debería llevar el nombre del padre de la patria).

Como la dirección actual del CNP se auto reconoce adversaria del gobierno revolucionario, y como son estos mismos periodistas quienes se refugian en fórmulas legales para exceptuar y criminalizar a quienes hacen periodismo popular sin estar colegiados; como son estos mismos periodistas quienes se sujetan como sanguijuelas a Ley del Ejercicio de Periodismo, y por tanto también se sujetan a la Constitución nacional, vale la pregunta: ¿Se está pretendiendo boicotear el Premio Nacional de Periodismo que coordina el Ministerio de Comunicación e Información? Apelando a sus mismos recursos técnicos, habría que revisar a ver si este llamado paralelo no es violatorio de la ley.

No obstante obviando las eventuales implicaciones de ley que esa iniciativa pueda contener, queda clara la maniobra divisionista, acción que después será endilgada insólitamente al Gobierno.

El aviso de prensa señala que un comité no revelado hará una pre selección de los trabajos postulados y la escogencia final se hará a través de internet. Se entregarán 5 mil bolívares fuertes a los ganadores, pero la inscripción de todo trabajo cuesta 50 bolívares, que no ayuda en nada, pero es que estos jóvenes que hoy dirigen el CNP no podían quedarse sin saciar aunque sea mínimamente sus espíritus mercantilistas.

El anuncio señala que los ganadores serán escogidos de acuerdo con los siguientes criterios:

*Calidad narrativa
*Investigación original de los hechos
*Tratamiento de la información
*Profundidad interpretativa de los hechos
*Valores ético profesionales
*Aprovechamiento adecuado de los recursos expresivos y tecnológicos de acuerdo al medio.

Apasionado oficiante y estudioso del periodismo, hace varios años que Gabriel García Márquez fundó la Fundación Iberoamericano Para un Nuevo Periodismo (fnpi.org), que lleva aproximadamente diez años concediendo un premio de periodismo, que en el caso escrito especifica las mismas bases que hoy usa el CNP en su primer premio Arturo Uslar Pietri. ¿Quién se copió de quién?

Se obtiene, en cualquier caso, que a este CNP le interesa mucho lo que ocurre en la FNPI, un extraordinario laboratorio de periodismo para América Latina. Les interesa este rezumar del Gabo sobre el oficio periodístico, pero no parece interesarles mucho lo que sobre el oficio ha dicho Gabo, quien en ponencia titulada “El mejor oficio del mundo” y leída ante la 52ª Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), dijo:

“A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario”.

“Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes (…) Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo (…). Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran”.

“La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico”.

“Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica”.

“La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor”.

“Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro (…) Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante”.

“Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo (…) Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.

“El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde”.

En esta exposición, el Gabo propone al menos tres interesantes discusiones:

A) ¿Es en realidad el periodismo escrito un género literario?
B) ¿Es el periodismo un oficio estrictamente vocacional?
C) ¿Es el periodismo un oficio que se enseña y se aprenda mediante talleres prácticos?

Bien leído, el Gabo lamenta que la academia haya arrasado con el espíritu del verdadero periodismo, y propone a cambio regresar a los orígenes cuando se aprendía en talleres prácticos. ¿Por qué no se discuten estas cosas? ¿Por qué el CNP no se inmiscuye en esta discusión histórica?
A cambio, opta por crear premios paralelos de 5 mil bolívares con costo por inscripción. Con este pequeño pero importantísimo gesto capitalista se reafirman en la oposición y se confunden de cabo rabo al denominarse contrapoder, porque en realidad lo que hacen en acumular méritos para un lugar preponderante en la anti historia.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
El mejor oficio del mundo*

Gabriel García Márquez



A una universidad colombiana se le preguntó cuáles son las pruebas de aptitud y vocación que se hacen a quienes desean estudiar periodismo y la respuesta fue terminante: “Los periodistas no son artistas”. Estas reflexiones, por el contrario, se fundan precisamente en la certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario.

Hace unos cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente, en las parrandas de los viernes. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participación que mantenía la moral en su puesto. Pues los periodistas andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada. No existían las juntas de redacción institucionales, pero a las cinco de la tarde, sin convocatoria oficial, todo el personal de planta hacía una pausa de respiro en las tensiones del día y confluía a tomar el café en cualquier lugar de la redacción. Era una tertulia abierta donde se discutían en caliente los temas de cada sección y se le daban los toques finales a la edición de mañana. Los que no aprendían en aquellas cátedras ambulatorias y apasionadas de veinticuatro horas diarias, o los que se aburrían de tanto hablar de los mismo, era porque querían o creían ser periodistas, pero en realidad no lo eran.

El periódico cabía entonces en tres grandes secciones: noticias, crónicas y reportajes, y notas editoriales. La sección más delicada y de gran prestigio era la editorial. El cargo más desvalido era el de reportero, que tenía al mismo tiempo la connotación de aprendiz y cargaladrillos. El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.

La misma práctica del oficio imponía la necesidad de formarse una base cultural, y el mismo ambiente de trabajo se encargaba de fomentarla. La lectura era una adicción laboral. Los autodidactas suelen ser ávidos y rápidos, y los de aquellos tiempos lo fuimos de sobra para seguir abriéndole paso en la vida al mejor oficio del mundo... como nosotros mismos lo llamábamos. Alberto Lleras Camargo, que fue periodista siempre y dos veces presidente de Colombia, no era ni siquiera bachiller.

La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico. Ahora ya no son sólo para la prensa escrita sino para todos los medios inventados y por inventar.

Pero en su expansión se llevaron de calle hasta el nombre humilde que tuvo el oficio desde sus orígenes en el siglo XV, y ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica.

La mayoría de los graduados llegan con deficiencias flagrantes, tienen graves problemas de gramática y ortografía, y dificultades para una comprensión reflexiva de textos. Algunos se precian de que pueden leer al revés un documento secreto sobre el escritorio de un ministro, de grabar diálogos casuales sin prevenir al interlocutor, o de usar como noticia una conversación convenida de antemano como confidencial. Lo más grave es que estos atentados éticos obedecen a una noción intrépida del oficio, asumida a conciencia y fundada con orgullo en la sacralización de la primicia a cualquier precio y por encima de todo. No los conmueve el fundamento de que la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor. Algunos, conscientes de sus deficiencias, se sienten defraudados por la escuela y no les tiembla la voz para culpar a sus maestros de no haberles inculcado las virtudes que ahora les reclaman, y en especial la curiosidad por la vida.

Es cierto que estas críticas valen para la educación general, pervertida por la masificación de escuelas que siguen la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo. Pero en el caso específico del periodismo parece ser, además, que el oficio no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. Es decir, las empresas se han empeñado a fondo en la competencia feroz de la modernización material y han dejado para después la formación de su infantería y los mecanismos de participación que fortalecían el espíritu profesional en el pasado. Las salas de redacción son laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores. La deshumanización es galopante.
No es fácil entender que el esplendor tecnológico y el vértigo de las comunicaciones, que tanto deseábamos en nuestros tiempos, hayan servido para anticipar y agravar la agonía cotidiana de la hora del cierre. Los principiantes se quejan de que los editores les conceden tres horas para una tarea que en el momento de la verdad es imposible en menos de seis, que les ordenan material para dos columnas y a la hora de la verdad sólo les asignan media, y en el pánico del cierre nadie tiene tiempo ni humor para explicarles por qué, y menos para darles una palabra de consuelo. “Ni siquiera nos regañan”, dice un reportero novato ansioso de comunicación directa con sus jefes. Nada: el editor que antes era un papá sabio y compasivo, apenas si tiene fuerzas y tiempo para sobrevivir él mismo a las galeras de la tecnología.

Creo que es la prisa y la restricción del espacio lo que ha minimizado el reportaje, que siempre tuvimos como el género estrella, pero que es también el que requiere más tiempo, más investigación, más reflexión, y un dominio certero del arte de escribir. Es en realidad la reconstitución minuciosa y verídica del hecho. Es decir: la noticia completa, tal como sucedió en la realidad, para que el lector la conozca como si hubiera estado en el lugar de los hechos.

Antes que se inventaran el teletipo y el télex, un operador de radio con vocación de mártir capturaba al vuelo las noticias del mundo entre silbidos siderales, y un redactor erudito las elaboraba completas con pormenores y antecedentes, como se reconstruye el esqueleto entero de un dinosaurio a partir de una vértebra. Sólo la interpretación estaba vedada, porque era un dominio sagrado del director, cuyos editoriales se presumían escritos por él, aunque no lo fueran, y casi siempre con caligrafías célebres por lo enmarañadas. Directores históricos tenían linotipistas personales para descifrarlas.

Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. Las citas de fuentes que merecen entero crédito, de personas generalmente bien informadas o de altos funcionarios que pidieron no revelar su nombre, o de observadores que todo lo saben y que nadie ve, amparan toda clase de agravios impunes. Pero el culpable se atrinchera en su derecho de no revelar la fuente, sin preguntarse si él mismo no es un instrumento fácil de esa fuente que le transmitió la información como quiso y arreglada como más le convino. Yo creo que sí: el mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.

Aun a riesgo de ser demasiado anecdótico, creo que hay otro gran culpable en este drama: la grabadora. Antes de que ésta se inventara, el oficio se hacía bien con tres recursos de trabajo que en realidad eran uno sólo: la libreta de notas, una ética a toda prueba, y un par de oídos que los reporteros usábamos todavía para oír lo que nos decían. El manejo profesional y ético de la grabadora está por inventar. Alguien tendría que enseñarles a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, repite -como un loro digital- pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral. Para la radio tiene la enorme ventaja de la literalidad y la inmediatez, pero muchos entrevistadores no escuchan las respuestas por pensar en la pregunta siguiente.

La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable. De todos modos, es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas, y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.

Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato. Pero toda la formación debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón.

El objetivo final debería ser el retorno al sistema primario de enseñanza mediante talleres prácticos en pequeños grupos, con un aprovechamiento crítico de las experiencias históricas, y en su marco original de servicio público. Es decir: rescatar para el aprendizaje el espíritu de la tertulia de las cinco de la tarde.

Un grupo de periodistas independientes estamos tratando de hacerlo para toda la América Latina desde Cartagena de Indias, con un sistema de talleres experimentales e itinerantes que lleva el nombre nada modesto de Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Es una experiencia piloto con periodistas nuevos para trabajar sobre una especialidad específica -reportaje, edición, entrevistas de radio y televisión, y tantas otras- bajo la dirección de un veterano del oficio.

En respuesta a una convocatoria pública de la Fundación, los candidatos son propuestos por el medio en que trabajan, el cual corre con los gastos del viaje, la estancia y la matrícula. Deben ser menores de treinta años, tener una experiencia mínima de tres, y acreditar su aptitud y el grado de dominio de su especialidad con muestras de las que ellos mismos consideren sus mejores y sus peores obras.

La duración de cada taller depende de la disponibilidad del maestro invitado -que escasas veces puede ser de más de una semana-, y éste no pretende ilustrar a sus talleristas con dogmas teóricos y prejuicios académicos, sino foguearlos en mesa redonda con ejercicios prácticos, para tratar de transmitirles sus experiencias en la carpintería del oficio. Pues el propósito no es enseñar a ser periodistas, sino mejorar con la práctica a los que ya lo son. No se hacen exámenes ni evaluaciones finales, ni se expiden diplomas ni certificados de ninguna clase: la vida se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve.

Trescientos veinte periodistas jóvenes de once países han participado en veintisiete talleres en sólo año y medio de vida de la Fundación, conducidos por veteranos de diez nacionalidades. Los inauguró Alma Guillermoprieto con dos talleres de crónica y reportaje. Terry Anderson dirigió otro sobre información en situaciones de peligro, con la colaboración de un general de las Fuerzas Armadas que señaló muy bien los límites entre el heroísmo y el suicidio. Tomás Eloy Martínez, nuestro cómplice más fiel y encarnizado, hizo un taller de edición y más tarde otro de periodismo en tiempos de crisis. Phil Bennet hizo el suyo sobre las tendencias de la prensa en los Estados Unidos y Stephen Ferry lo hizo sobre fotografía. El magnifico Horacio Bervitsky y el acucioso Tim Golden exploraron distintas áreas del periodismo investigativo, y el español Miguel Ángel Bastenier dirigió un seminario de periodismo internacional y fascinó a sus talleristas con un análisis crítico y brillante de la prensa europea.

Uno de gerentes frente a redactores tuvo resultados muy positivos, y soñamos con convocar el año entrante un intercambio masivo de experiencias en ediciones dominicales entre editores de medio mundo. Yo mismo he incurrido varias veces en la tentación de convencer a los talleristas de que un reportaje magistral puede ennoblecer a la prensa con los gérmenes diáfanos de la poesía.

Los beneficios cosechados hasta ahora no son fáciles de evaluar desde un punto de vista pedagógico, pero consideramos como síntomas alentadores el entusiasmo creciente de los talleristas, que son ya un fermento multiplicador del inconformismo y la subversión creativa dentro de sus medios, compartido en muchos casos por sus directivas. El solo hecho de lograr que veinte periodistas de distintos países se reúnan a conversar cinco días sobre el oficio ya es un logro para ellos y para el periodismo. Pues al fin y al cabo no estamos proponiendo un nuevo modo de enseñarlo, sino tratando de inventar otra vez el viejo modo de aprenderlo.

Los medios harían bien en apoyar esta operación de rescate. Ya sea en sus salas de redacción, o con escenarios construidos a propósito, como los simuladores aéreos que reproducen todos los incidentes del vuelo para que los estudiantes aprendan a sortear los desastres antes de que se los encuentren de verdad atravesados en la vida. Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.


*Discurso del Gabo pronunciado el 7 de octubre de 1967, en Los Ángeles, EEUU, ante la Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).