viernes, agosto 24, 2012

Presuntamente el periodismo de sucesos


La demostración  de que hay un plan de asesinatos mediáticos como arma política es que los periódicos tradicionales ignoran o se hacen los tontos ante esta conspiración. Reseñan los crímenes, cómo no, porque se trata precisamente de aterrorizar, pero el rigor llega hasta allí.

¿Cómo es que los periodistas no investigan las motivaciones de esos asesinatos en los que unas personas están en una esquina y llegan unos motorizados rociando balas? Obvio: investigarlo implica llegar a conclusiones delatoras.

Al llamado periodismo de sucesos siempre le ha interesado (apartando el amarillismo) definir el móvil de un asesinato, es decir, aproximarse a la hipótesis. Todo asesinato que la prensa informa debe llevar ese compuesto, aunque sea inventado, al estilo de “la policía no descarta” tal cosa.

Más allá, es tradición del periodismo policial venezolano que los casos sean aglomerados. Por ejemplo: hasta el 30 de junio de este año han matado a no sé cuántos policías, o militares, o peluqueros, o cocineros, motorizados, etcétera. Pero estos crímenes sin motivaciones evidentes no interesan a los periodistas. Sólo el primer día, para inocular la paranoia. Alcanzado este objetivo en cierta lectoría, se olvidan del fenómeno.

A los periodistas policiales de esta época no les pica la curiosidad la alta incidencia de crímenes alegres. No se hacen trabajos de investigación, no se ahonda. Chico, y tan bueno que es el periodismo de investigación en Venezuela. Un detective, al voleo, diría que esta ausencia compromete al periodismo de sucesos en calidad de cómplice necesario. Todo lo anteriormente afirmado, es presuntamente. No vaya a ser.

El periodismo amarillo de ahora, como quien no quiere la cosa, también se esfuerza por intentar hacer creer que los homicidios son cosas de ahora, que antes de Chávez eso no se veía, que es una leyenda urbana eso de que en los años grises cada rato se mataba a las personas para despojarlas de sus zapatos.

Otro clásico del periodismo policial es tergiversar el sentimiento de abatimiento de los familiares de las víctimas fatales. ¿Verdad que en este país la inseguridad nos tiene liquidados? Una pregunta inoportuna para casi siempre cerrar las notas diciendo que el declarante  se quejó de las políticas del Gobierno contra la delincuencia.


jueves, agosto 16, 2012

Viaje a las tripas venezolanas






Maldigo la hora y el momento en los que mansamente me dejé persuadir por Pedro Ruiz sobre la locación y el reparto de un mediometraje que narraría la travesía de Gallegos al Apure para nutrirse de la atmósfera del llano que luego le permitió escribir Doña Bárbara, referencia todavía insuperable de la literatura venezolana.
         Se aproximaban los primeros 80 años de su publicación y decidí escribir un guión en el que un Santos Luzardo a bordo de un bongo en marcha fuera narrando documentadas y falsas travesías de Gallegos en la búsqueda de Doña Bárbara.
         Escribí mi vaina y por ahí la tenía, hasta que se lo comenté y envié a Pedro, quien al leerlo me preguntó que si lo podía dirigir. A los quince días estaba en Venezuela con su aparataje de filmación para comenzar el rodaje.

         Para Santos Luzardo yo había pensado en el camarada Julio Ramos, un muchacho buenmozo de Valle de La Pascua que tiene años diciéndome que él apareció un microsegundo como extra tumultuario en una película de Chalbaud llamada Pandemonium. Desde entonces se creía secretamente actor de la gran pantalla y siempre se la pasaba comentándomelo lleno de nostalgia.  
         Para evocar las llanuras y temporales galleguianas yo había estimado que con un buen trabajo fotográfico me bastaría la represa de El Corozo en Valle de La Pascua, pero si conseguía voluntarios podía trasladar la producción a las riberas del Orinoco bien por Caicara del Orinoco, bien hacia los lados de Zuata, entrando por Espino.

Nada de eso. Pedro ordenó mediante una sugerencia que la cosa fuera en el propio Apure, y con un actorazo y solidario amigo suyo, que a Julio lo dejaríamos como uno de los vegueros que en uno de los caseríos ribereños orientaría al intrépido Santo Luzardo.
        
           Pedro sacó cuentas y presupuestos. Formó un grupo al que agregó a Edgardo Lanz y a Lisandro Rojas, además del actor, quien viajaría un día después en su propio carro. Yo todavía no sabía quién era el misio. Se dispuso que cada uno llevara determinada cantidad de billetes y un chinchorro en su mochila para pernoctar tal como la habrá hecho el mismísimo Gallegos.
         En una vieja camioneta Caribe de una ex ama de Pedro nos chupamos los 390 kilómetros que distan del kilómetro 00 nacional hasta San Fernando de Apure, justo en la redoma Páez, luego de cruzar el río Apure a través del viejo puente María Nieves, que une a Guárico con Apure. La ruta es por La Encrucijada, Cagua y La Villa, San Juan de Los Morros y Dos Caminos, Calabozo y Camaguán, que está pegado de San Fernando.
         Decepción. Hemos llegado casi arrancando el verano y el ser sublime que habita a Pedro dijo que no, ese no era el lugar que había imaginado. Nos quedamos un día para rastrear mejor, al cabo del cual el ánimo de Pedro seguía predispuesto contra San Fernando.
        
     Una conquista de Lanz en la redoma del Negro Primero indicó que si seguíamos hacia abajo, encontraríamos el puente y el monumento a Marisela. Eureka, gritó Pedro. Y a la mañana siguiente arrancamos hacia Biruaca, vecina de San Fernando, rumbo como quien va hacia Cunaviche, en el municipio Pedro Camejo, que se extiende de norte a sur por una recta prolongada de 230 kilómetros hasta desembocar al Orinoco frente a Puerto Páez, como supimos después. De Puerto Páez a Puerto Ayacucho habrá 80 kilómetros, insertó Lanz, con la manifiesta intención de que las escenas se rodaran más bien entre selva y rocas milenarias. Todo un despropósito impulsado por ese regionalismo desmedido de Lanz, quien siendo nativo del estado Bolívar cree a pie juntillas y defiende que el ADN del Orinoco es bolivarense.
         Puerto Páez es un pueblito venezolano de unos 6 mil habitantes. Es parada ineludible para quien se dispone a llegar a Amazonas. De Puerto Páez se cruza en una chalana que es llevada por un remolcador en cinco minutos hasta Puerto Nuevo, alias El Burro, un brazo del estado Bolívar que triangula con Apure y Amazonas, además de Colombia, porque al oeste de Puerto Páez atravesando el río Meta (que en ese punto le desemboca al coloso Orinoco) queda Puerto Carreño, una población de 60 mil colombianos y capital del departamento El Vichada. Se trata de una comunidad integrada en la que lo mismo se aceptan bolívares que pesos, en una proporción de poco más que dos a uno a favor de la moneda colombiana.
         Mientras hacemos la travesía en la chalana, Lanz aborda una colombianita encargada de vender los dulces producidos en la hermana república. El galán alega que la dejó flechada y queda ilusionado  de cobrar ese romance a la vuelta.

LA PETRIFICADA BELLEZA DE MARISELA