Por tercera vez en mi vida me encuentro pedaleando en La Grande Sabana. A los efectos de este instante, de hecho estoy en la población llamada La Línea, a pocos metros una vez cruzada la frontera internacional entre Santa Elena de Ûairén y Brasil. Me devaneo los sesos entre jalar para atrás o seguir hasta Boa Vista (a unas dos horas). Me decido por lo primero.
En La Línea hay el venezolano a montón. La Línea es una ciudad sincrética. El bolívar lo aceptan encantados de la vida. Toda comida se reduce a una buena carne. Venden las hamacas y chinchorros más baratos de mi vida (hasta en 20 mil lucas los dejan).
El viajecito me lo pegué desde Caracas atravesando todo el Guárico (lógica parada en Valle de La Pascua) hasta llegar a El Tigre (Anzoátegui) y finalmente hasta Puerto Ordaz, donde habita la familia Lanz-Fernández en la urbanización Santa Bárbara. Ochocientos kilómetros, e igual cantidad de kilometraje hasta Santa Elena.
Lo que viene es mejor: de Santa Elena ruletearé hasta San Fernano de Apure y después a Guadualito (vaya usted a saber los 2 mil y pico de kilómetros que ello supone).
Segunda semana de enero de vuelta a Caracas en recorrido que comprende Barinas, Portuguesa, Cojedes, Carabobo y Aragua. Ando armado con una bicha de 8 megapixel y una portátil en la que voy descargando.
Nos vemos en la vía