martes, noviembre 18, 2008

Fidel Castro en las elecciones del domingo

El lunes 24 de noviembre comenzará una voraz carrera de tres años en el chavismo, en la que al menos dos corrientes opuestas tratarán de sortear los obstáculos que cada una se ponga. No será una justa en la que cada cual compita concretando, sino sobreviviendo una de la otra.

El aliciente de este escenario es la previsible paliza que las fuerzas socialistas aplicarán a la masa ya prácticamente inerme de la oposición, que con este patético revés se exhibirá en el paroxismo como un anti proyecto nacional incapaz hasta de haber capitalizado mínimamente la victoria del 2 de diciembre de 2007.

La contundencia de la victoria rojita de este domingo, por lógica, debe remontarse hasta la renovación de la Asamblea Nacional en 2010, con lo que la Revolución Bolivariana estaría asegurando boleto en primera fila para las presidenciales de 2018.

Extrayendo datos de aquí y de allá, se percibe sin mayor dificultad que la atmósfera para este domingo es sustancialmente distinta a la diciembre de 2007. Las caras opositoras están muy largas y el trago grueso se nota mucho, y el empeño presidencial puesto en las giras, lejos de revelar aprietos, más bien informa de la búsqueda afanosa de un zapatero, de las nueve arepas, de una blanqueada, de la lechada.

El entusiasmo proselitista presidencial es completamente inverso al demostrado para con la reforma a la constitución, cuando por contrario Chávez agarró y se perdió un mes en un periplo internacional.

Así que el fragor de Chávez no es por ganar o perder determinada cantidad de gobernaciones; su afán de estos días es por ganarlas todas.

Con el país políticamente copado y militarmente bajo control, y con un petróleo que promete recuperarse de esta caída para estabilizarse a la vuelta de dos años por encima de los 100 dólares, ¿por qué va a ser impensable creer que Chávez se alista para no presentarse de viva persona a las presidenciales de 2012?

Para muchos puede resultar paradójico que teniendo al país a merced, Chávez no intente alguna fórmula constitucional para ir por la reelección indefinida. Pero así de complejas son las revoluciones. Y así de indescifrable es Chávez.

Sin el énfasis de viejas ocasiones, en estas últimas giras ha venido recordando casi a voz de cuello que sus días están contados, que le quedan cuatro años.

Quizá no sea el caso Rusia el que lo inspira.

Más probable es que la influencia venga de su tótem Fidel Castro, quien también ha revelado y demostrado que adquirió una nueva cosmovisión de su país y del mundo una vez que le tocó abandonar la primera línea de combate para irse al obligatorio reposo del guerrero. Pero nada deja de consultársele, naturalmente, aunque se supone que esta función se ha reducido a lo vital.

Castro sigue mandando, pero ahora desde la retaguardia, la verdadera torre de control de una revolución. En el sosiego que le concede la calma, Castro ha sido un gobernante más lúcido, lo que es mucho decir y me perdonan el atrevimiento. Lo revelan los análisis de sus cartas. Lo revela el pulso cotidiano y preciso que le lleva a la Revolución Bolivariana.

De modo tal que lo imagino sugiriéndole a Chávez la necesidad de relajarse y gobernar desde una colina que le permita observarlo todo con una figuración distinta del poder. Esta colina bien puede ser el Cajón del Arauca apureño. Con lo que, finalmente, Chávez habría entendido lo que dentro de sus filas muchas veces llegó a ser un clamor: que delegara las tareas ejecutivas atinentes al Gobierno para concentrarse en la dirección de la Revolución Bolivariana.

Creo que ha decantado perfectamente este dilema y que, por ventura de Dios, se estaría iniciando la fase que en las fuerzas progresistas venezolanas se denomina “la revolución dentro de la revolución”.

Tal estrategia, al mismo tiempo desactivaría las resistencias internas –a lo interno del país y a lo interno del chavismo- e internacionales que, de suyo, provoca una presidencia alargada, por muy legítima y constitucional que ella sea.

En la carrera por la sucesión eventual en las presidenciales de 2012, la izquierda humanista, o socialista, es y será la gran incógnita. La izquierda tecnocrática, que no se imbrica en el alma del pueblo sencillo, tratará de ganar esta contienda a fuerza de control del capital. La izquierda ñángara, por anacrónica, luce con pocas posibilidades por la ausencia de un pensamiento esclarecido para los tiempos. Repito, la izquierda socialista o humanista es en esta hora precisa un ectoplasma y por tanto el gran enigma de los venideros años.

sábado, noviembre 01, 2008

Emigración a Oriente en las pantallas revolucionarias

Afirmaba yo en mi tiro anterior que la Revolución Bolivariana se había dejado instaurar una opinión pública que la mantiene boqueando contra el ensogado. Me permito esta vez empalmarme con ese enunciado, porque tengo el convencimiento absoluto de que esta partida se ganará o se perderá según podamos o no colocar como primer punto de la agenda revolucionaria esta nunca bien ponderada ni entendida ciencia de la opinión pública.

Por lo mismo que digo que ni ganaremos ni perderemos esta historia teniendo a los medios oficiales como artillería, pues no lo son. Así mejor desentrampémonos de este espejismo.

Daremos un paso al triunfo final en lo que nuestro líder haga entender a sus subalternos que los medios oficiales no son aparatos para ideologizar a las masas del modo convencional (difundiendo todo el día una idea política), sino que debería ser medios para el entretenimiento y la recreación; lo que hace más difícil la situación, pues los revolucionarios con trayectoria, no tienen oficio televisivo (de tanto ser perseguidos o execrados), y los arribistas revolucionarios que sí tienen la pericia, les importa una mierda el rumbo que esta revolución tome y, mientras se produce el desenlace, lo que hacen es manosearla.

Si entretenemos y recreamos, estaremos haciendo ideología. No estaremos inoculando ideología, pero la estaremos haciendo en tanto que con entretenimiento y recreación, mantenemos a resguardo de Venevisión y Globovisión a nuestras bases. Si evitamos que los nuestros migren a los canales adversarios, habremos encontrado la piedra filosofal. Pero si en pantalla ponemos una idea política, se apaga la luz y quedamos a oscuras.

Porque en las mentes de muchos camaradas de dirección está incubada la mortífera idea de que los medios son para ideologizar mediante la enseñanza. A ellos me permito inquirirlos: Si la televisión es para educar, ¿entonces no será mejor que prohibamos las escuelas?

Sostener las ideas anteriores me embosca en una situación que hace mucho tiempo he estado evitando: caracterizar a la teleaudiencia chavista y a su contexto. La audiencia chavista es una audiencia Venevisión. ¿Cómo definiría usted a Venevisión? Casi sinónimo a Sábado Sensacional, a Laura en América.

Pero también he sostenido desde hace rato que el ciudadano socialista tiene ahora unos elevados niveles críticos, que le fueron recuperados por Chávez del subsuelo a la estratosfera. Se supone que en estos años hemos formando a una ciudadanía anti Sábado Sensacional. Pero no (del todo): Venevisión (Sábado Sensacional) mantiene cautivo a 40 de cada 100 televidentes. ¿Cómo entender esta contradicción?

Que el tiempo todavía no ha sido suficiente (aquí parezco estarle dando la razón a los numerosos burócratas que fagocitan a la revolución y que se consiguen a tres por locha), que 50 años en un contexto muy fuerte, un contexto que, lejos de debilitarse, se fortifica en nuestro empeño por hacer ideología a través de las pantallas.

Mientras el tiempo se hace suficiente para que la ciudadanía ejerza dictadura, no veo otra luz al final del túnel como no sea entender y asumir nuestras bases en su exacto perfil y dimensión social.

Creo que Simón Bolívar puede ser citado para tratar de ilustrar mejor esta idea: cuando Boves cercó Caracas, ¿qué hizo Bolívar? Caracterizó a los habitantes y desplazó a todos aquellos que no estaban en condiciones de afrontar una situación tan adversa y harto previsible. Entonces se puso a la vanguardia de la Emigración a Oriente y se llevó prácticamente a toda Caracas. Es decir, la resguardó de una pelea que no estaba en condiciones de librar. Se la escondió a Boves. Nosotros debemos esconderle nuestra audiencia a Venevisión y Globovisión.

De modo que, al cabo de 10 años, la Revolución Bolivariana debe replantearse si entretiene o si mantiene su premisa de ideologizar en las pantallas.

Si decanta por lo primero, deberá deshacerse de pruritos y hacer su versión menos lacerante de la dignidad humana de Sábado Sensacional, una versión más edificante que otra cosa. Deberá hacer telenovelas menos "Amores de barrio adentro" y más Cabrujas, que por cierto era un nacionalista insigne y miren toda la historia de Venezuela que tuvo la audacia de llevar a la televisión. Miren cómo concentraba audiencia Cabrujas. Qué ideólogo tan eficaz.

Con entretenimiento, recreación y un sólido aparato difusor de noticias capaces de retener audiencias (aparato que simplemente se dediqué a desadjetivizar las oraciones de las noticias), la Revolución Bolivariana configuraría una política informativa. No, por favor, no sigamos confundiendo política informativa con política comunicacional. Porque al hacerlo demostramos que no entendemos la ciencia de la opinión pública.

Como todos sabemos bien, la teoría de la información se estructura a partir de un acontecimiento que es procesado a través de una fórmula interrogativa (la famosa pirámide invertida o las 5 W), cuyo producto final (la noticia) es lanzado a un hueco negro a través de los medios de divulgación. Allí se extingue esta teoría.

La teoría de la comunicación, diferentemente, no implica a los medios de divulgación, es decir, para que se desarrolle esta teoría los aparatos reproductivos son prescindibles.

Varios autores se han estudiado unos a otros y han consensuado un modelo mínimo también conocidísimo: Un mensaje que se emite, un canal por el que se emite, y un receptor destinatario de tal mensaje. Y la imprescindible respuesta del destinatario, conocido como feed back o retroalimentación. Es decir, quien emite el mensaje tiene el control de la prueba. Si no hay respuesta al mensaje, el proceso es abortado (no hay comunicación y por tanto no se cumple la teoría). El canal por el que se emite, no necesariamente es un medio de difusión. El persona a persona (líder-pueblo) cumple con este requisito.

Dicho la cual, necesario es acotar que el objetivo de la información es, precisamente, informar algo, y que su verbo equidistante es "decir".

Pero, mosca, la intención, propósito y/u objetivo de la comunicación es AFECTAR, un verbo que tiene mala fama, porque connota negatividad, a pesar de que la afectación puede ser tanto positiva como negativamente. Cuando le comunicamos a alguien un dato que lo beneficia, lo impactamos favorablemente, lo afectamos positivamente.

Aristóteles se ocupó de ello y formuló conceptos para estudiar a la audiencia (auditorio) y a partir de ese conocimiento construir mensajes deliberados para incidir emocionalmente en el receptor desde un objetivo pre establecido (manipulación). Tales estrategias se conocen como ethos, pathos y logos.

Con un sistema de informativo que contenga lo recreativo y entretenido, hacemos concesiones, y no hacemos opinión pública. Puede que ganemos en el incentivo a algunos valores. Pero con la política informativa sólo cumple funciones tácticas: emigramos de los enemigos.

Y como ya dije, la política comunicacional es la que tiene funciones estratégicas, y en revolución sólo es posible prescindiendo de los medios divulgativos (porque los nuestros deben estar ocupados informando y entreteniendo, y los enemigos nos ignorando la evolución). El método persona a persona (líder-pueblo) es lo que se impone.

El persona a persona es una metáfora, desde luego, puesto que el líder no posee la magia de la ubicuidad. Además, el líder necesita tener bajo garantía el cumplimiento del control de la prueba (la retroalimentación, que es el sinónimo del ya mencionado persona a persona).

La retroalimentación de las bases nacionales sólo es posible alcanzarla mediante la instrumentación de un Sistema Comunicacional digamos que invertido: el pueblo genera un mensaje que se proyecta a través de conductos no convencionales (se recoge a través de salas operacionales) y es recibido por un receptor llamado Hugo Chávez, que es quien genera la retroalimentación. Es decir, el control de la prueba la tiene el PUEBLO. Teniéndola, tiene al mismo tiempo incubada la opinión pública sobre la Revolución Bolivariana.