Tengo una amiga maracucha a través de quien le seguía la pista a una amiga suya que, por último, había quedado embarazada del eterno novio al que, finalmente, logró ponerle el lazo después de muchos años de loables empeños.
La amiga de mi amiga tendrá sus 25 años (con una mente adolescente), y tiene una profesión alcanzada pero no ejercida. Ama de casa es su fuerte. Esta amiga tiene una ideología no muy de moda.
La llegada del embarazo fue noticia estelar en su momento. El posterior matrimonio no mucho menos. Primicia nacional cuando hizo saber que, llegada la hora del parto, marcharía a Miami porque primero muerta y gusana que un primigenio adoctrinado. Folclórica la situación, como tantas otras de la contemporaneidad nacional.
Pero lo que sí no tiene lugar en el firmamento es con la que nos vino ahora: ya no parirás en Miami. El niño verá la luz de la vida por primera vez en Panamá. Ajá. ¿Tributo a Rubén Blades?, quise yo jugar al adivinador frente a mi mediadora. Me jugué esa carta pensando en que tal vez nos hallábamos frente a un ser humano exquisito, sublime al límite de la cursilería. Digamos, una historia de Blades con la que se identificó de tal modo que…
No, me ataja rápidamente quien me abastece de la materia prima de esta historia. La verdad verdadera –la que sólo han de conocer los más íntimos- es que al solicitar el presupuesto en las clínicas de Miami, la cotización resultó insufragable para esta chica y este matrimonio clase media (ahora que digo esto último, no sé por qué me acaba de venir al recuerdo la canción Chica Plástico). ¿Se dan cuenta que alguna afinidad tenía que haber?
Y descartado Miami, ¿qué razones operativas, mercantilistas, divinas o celestiales privaron para que Panamá resultara más barato que en Argentina, Brasil o Chile? Ninguna. Suficiente es que el niño no nazca en Venezuela, al menos no en la Venezuela de hoy.
La amiga de mi amiga tendrá sus 25 años (con una mente adolescente), y tiene una profesión alcanzada pero no ejercida. Ama de casa es su fuerte. Esta amiga tiene una ideología no muy de moda.
La llegada del embarazo fue noticia estelar en su momento. El posterior matrimonio no mucho menos. Primicia nacional cuando hizo saber que, llegada la hora del parto, marcharía a Miami porque primero muerta y gusana que un primigenio adoctrinado. Folclórica la situación, como tantas otras de la contemporaneidad nacional.
Pero lo que sí no tiene lugar en el firmamento es con la que nos vino ahora: ya no parirás en Miami. El niño verá la luz de la vida por primera vez en Panamá. Ajá. ¿Tributo a Rubén Blades?, quise yo jugar al adivinador frente a mi mediadora. Me jugué esa carta pensando en que tal vez nos hallábamos frente a un ser humano exquisito, sublime al límite de la cursilería. Digamos, una historia de Blades con la que se identificó de tal modo que…
No, me ataja rápidamente quien me abastece de la materia prima de esta historia. La verdad verdadera –la que sólo han de conocer los más íntimos- es que al solicitar el presupuesto en las clínicas de Miami, la cotización resultó insufragable para esta chica y este matrimonio clase media (ahora que digo esto último, no sé por qué me acaba de venir al recuerdo la canción Chica Plástico). ¿Se dan cuenta que alguna afinidad tenía que haber?
Y descartado Miami, ¿qué razones operativas, mercantilistas, divinas o celestiales privaron para que Panamá resultara más barato que en Argentina, Brasil o Chile? Ninguna. Suficiente es que el niño no nazca en Venezuela, al menos no en la Venezuela de hoy.