Recientemente estuve en Ecuador, una sociedad que está a años luz de los niveles de politización que estremecen a Venezuela. Pero hay cosas puntuales donde nos llevan una “morena”: el presidente Rafael Correa no precisa de la programación del canal público de televisión para llevarle el pulso a la gestión de su gobierno. Con un software resuelve esa gigantesca función.
Por las bondades de ese software, cada uno de los proyectos –cualquiera sea su naturaleza y dimensión- del gobierno es seguido y vigilado desde un monitor. Todo proyecto tiene un responsable, pues esa persona tendrá una clave de ingreso en la que irá informando los detalles de la evolución de ese plan.
Con sólo encender una pantalla, el Presidente puede revisar los proyectos aprobados, tanto en lo integral como en lo específico, es decir, el software estará programado para emitir una alarma si el progreso general de la generalidad de proyectos pierde el ritmo, o podrá informar cuáles presentan retrasos y cuáles van excedidos en perspectivas.
Todo, allí estará un planeta de información que facilitará la toma de decisiones. Este programa puede comprimir el tiempo y reducirlo a un solo dato. En un monitor podemos auscultar al país. A fin de cuentas, es lo que intentamos en el Twitter.
Un software a simple vista no parece una constituir “política comunicacional”, pero vuelto a mirar no sólo lo es, sino que además tiene las características que necesitamos: una política comunicacional a la inversa (según la óptica generalizada desde la que se analiza este tema) que fiscalice la gestión de gobierno y, por tanto, funcione como una supraentidad invisible (e invencible).
Cumplido lo anterior, la “política comunicacional” se estaría concretando con las decisiones a las que el software obligue, esto es: reaccionando las informaciones obtenidas y a sus señales.
Comprendo la pasión del presidente Chávez por reconocer al país en mapas, pero la realidad virtual es mucho más efectiva (y apasionante). Se trata de cambiar el papel por una pantalla mucho más ágil. La tecnología también es revolucionaria.