Un nuevo campeonato de beisbol venezolano está por comenzar y al influjo de esa pasión en ciernes empecé a llamar a los amigos para un poco calibrar sus perspectivas generales y las militantes. Me obsesiona que mis aciertos queden asentados entre mucha gente, por eso levanto tal alboroto. Por fortuna mis yerros (mayoría), casi nunca son recordados, supongo que no sea por lo rutinario de sus ocurrencias.
Al primero en contactar fue un guairista. Me resulta interesante abrir el análisis desde la mirada de quien está acostumbrado a perder. Tras intercambiar par de impresiones y acotar como francamente desacertado la entrega de Maximiliano Ramírez a Bravos, pongo la guinda: y la mavita de Cheo Herrera sigue en la directiva. Así no hay quién pueda. Dejo entonces caer mi vaticinio agorero: La Guaira llegará al final dependiendo, para clasificar, de ganar sus últimos tres encuentros por blanqueada y que otros dos equipos pierdan cinco encuentros por más de ocho carreras. San Benito, pues.
A propósito del alocado trueque de Maximiliano, hacemos una digresión del presente para escarbar en cambios del pasado y enseguida nos ponemos de acuerdo en calificar como insuperable aquel que llevó nada menos que a Miguel Cairo al Cardenales, que entregó al Caracas lo que para entonces ya era una bazofia: el lanzador Dilson Torres (del nombrecito se acordó mi pana, que se nota que ingiere algún complemento vitamínico para mantener la memoria a salvo de la telaraña. Yo hago esfuerzos para memorizar la clave de mi celular). Y concluimos: mira tú lo pirata que habrá sido el abominable Oscar Prieto Párraga que hasta Cisneros vino a resultar mejor gerente que él. Qué raya.
El guairista se encona para señalar que Bravos tiene madera para este año llevarse el campeonato. Como intuyo que de retruque me quiere hacer saber que mucho de eso tendrá que ver con Maximiliano, le objeto distraídamente y le dijo que sí, que es verdad que el equipo, más que por capacidad, lo tiene merecido.
Le señalo, porque así lo creo sinceramente, que Caribes debe repetir este año, incluso con mayor comodidad. Esto porque regresa Julio Franco como mánager –no me explico cómo no está en las grandes ligas- y porque además de que a casi toda la toletería de la temporada anterior se le unirá el insuperable Maglio Ordóñez, necesitado de jugar porque en 2012 será agente libre y no está muy claro que Detroit lo vaya a tentar. Además, chico, Maglio es dueño del equipo y está en su derecho de uniformarse. Por si fuera poco, los lanzadores Carlos Zambrano (con un 2012 igualmente incierto) y Carlos Silva lanzarán fuego desde el morrito. De este modo, analizando solamente cuatro piezas, Caribes luce enorme. Se decreta.
Luego decido llamar a un magallanero de la categoría patuleco. A mi pregunta detonadora empieza con una sarta de disparates: que si Freddy García, que si el Panda, que si Johan Santana y una ristra de nombres que todo el mundo sabe que no jugarán en Venezuela ni que llueva pa’ arriba. Ay, papá, pienso: estos están eliminado antes de empezar. Este pana no acertará ningún parley.
Contacto con un caraquista y la petulancia de arranque me rebota al punto de que distraigo la conversación hacia los temas políticos. Con esta especie es imposible. Apenas le haces una objeción te salen con que han sido campeones un montón de veces. Es como si los adecos se la pasaron diciendo que ellos gobernaron 40 años cuando uno les dice que ya vamos pa’ 15.
Me comunico una aragüeña de Caña de Azúcar y la agarro desprevenida sobre la inminencia del campeonato. Antes de soltar análisis me interroga sobre si Miguel Cabrera jugará esta vez. “No, chica, déjalo así”. “Ay, es que es tan guapo”. ¿Guapo? ¡Será la cuenta corriente que se gasta!
En Zulia no conozco a nadie y tampoco me interesa mucho entrar a discutir con un maracucho. Complacidamente lo dejo así. Allá ellos. Por si fuera poco, objetivamente no tienen chance por esa muchachera que meten en el roster. Quizá si alinean al Potro Álvarez cojan un mínimo de chance.
En Barquisimeto llamo a un exnovia a la que adoctriné en la materia y la cojo desorientada. Me sale con el chiste de que esta vez Robert Pérez sí los llevará al trono. Definitivamente.
Qué, me doy cuenta de que los ánimos todavía están frío, que la gente no termina de sacarse el despecho por la rodada en el Miss Universo. Me quedo en mí mismo tratando de serenar mis ímpetus, llenándome de paciencia hasta que este país bendito entre en esa locura colectiva que es la pelota nacional. Cuando ello ocurre, entonces me aburren.
Lo que sí es maravilloso es estar un 24 o 31 de diciembre ligando cruces de resultados, comiéndose la hallaquita en medio de un mar de nervios. Eso no tiene precio. Sólo por esto uno anhela la Navidad.