Al hacer de la hipocresía su discurso se evidencia que la oposición no sólo está coqueteando al chavismo sino que depende completamente de él. De allí que los asesores de Capriles lo hayan puesto a decir que es progresista, custodio de la Constitución Nacional y un hombre de centro izquierda.
Esta pretensión no tiene la menor posibilidad de prosperar y en el corto plazo veremos a Capriles suplicando por la confrontación. La gran equivocación de sus estrategas está en el levantamiento del perfil de lo que han dado en llamar “el chavismo descontento”.
Demuestran profunda ignorancia en la caracterización que hacen del “chavismo descontento” y acrecientan esta torpeza al suponer que el “chavismo descontento” está en el mercado a la caza de una oferta. Se van a caer de platanazo.
Eso que ellos invocan como el “chavismo descontento” es en realidad el chavismo crítico que cuestiona el fondo y no la forma en que se dirige la Revolución Bolivariana. Cree que Chávez va muy lento y le reclama que tiene un pacto de convivencia con los poderes fácticos. En rigor, hablamos de un chavismo ideológicamente radical, clarividente, no uno que está esperando a ver quién le promete más cosas. El chavismo crítico tiene genética de vanguardia.
Ese chavismo inconforme anda con el hacha exhibida y su víctima inmediata sin lugar a dudas que serán los manejadores de Capriles, quien además de desalmado tiene forma y conducta de títere. Imposible que pueda conectarse con los espíritus rebeldes.
Más viable le resultaría al equipo de Capriles procurar a los conformes, porque con ellos existe una remota posibilidad de ofrecerles algo más de lo que ya tienen. Pero el candidato primero debe ofrecer que es capaz de querer más a Venezuela que Chávez. Y eso francamente es utópico.
Los asesores de Capriles tienen la gigantesca tarea de demostrar que el candidato es más bolivariano que Chávez. ¿Tiene chance el hijo de la oligarquía de hacerle esta complacencia al “chavismo descontento”? Ni en sueños.