Un amigo echaba en estos días un cuento según el cual un pana suyo, en los primeros años como reportero, fue mandado a las afueras de Caracas a localizar el epicentro de un terromoto que había azotado a la ciudad. Se fue acompañado de un veterano fotógrafo.
Llegaron a la localidad y empezaron a preguntar. Las indicaciones los llevaban a internarse más y más hacia la zona rural, hasta que el reportero gráfico detuvo aquella locura con otra genialidad. Le dijo al periodista que se pusiera delante de su cámara señalando con su dedo hacia el suelo. Foto de primera plana con la siguiente leyenda: "Nuestro periodista Funalo de Tal señala el epicentro del terremoto".
La anécdota me disparó hacia otras, que me concedió el legendario reportero gráfico Pepe Sánchez. En los años cimeros del periodismo de sucesos, la foto de un cadáver caliente valía oro en polvo. Quien primero llegaba a la escena del crimen, se garantizaba sus imágenes y acto seguido entraba en candente proceso de negociación con los familiares de la víctima para que le permitiera esconder el cuerpo del resto de los reporteros. La táctica consistía en meter al muerto en la maletera del carro y regresarlo al final de la tarde, cuando los demás hubiesen desistido de sus pretensiones por agotamiento.
Pero cuando el cadáver ya estaba recogido, entonces la bursatilidad se orientaba hacia las fotografías en vida del asesinado. El que primero llegaba, trataba de alquilar las fotos hasta el día siguiente, cuando ya el tubazo estuviera consumado.
Pero la joya de Pepe Sánchez es esta: el grupo de reporteros y fotógrafos estaba cansado de recibir coñazos informativos del equipo de El Nacional. Por eso, en una ocasión en que se enteraron de la localización de un cadáver en una población enmontañada vecina a Caracas, todos partieron a echar la foto sin avisarle a la gente de El Nacional, que se enteró con una hora de retraso.
La avanzada no consiguió nada y al cabo de una hora desistió. De regreso consiguieron a los representantes de El Nacional, a los que le informaron en coro que ya estaban jodidos, porque ellos habían tomado las fotos y el cuerpo ya había sido retirado del sitio. Buscaban así mofarse de El Nacional y, por si acaso, hacerlo retroceder, no fuera a ser que terminaran encontrando al muerto.
Periodista y fotógrafo de El Nacional, sintiéndose tubeados pero sin confesar ese pavor, dijeron que continuarían de todos modos. Se internaron por la zona boscosa y la búsqueda afanosa por supuesto que no concluyó en nada.
Hasta que la locura raptó la mente del fotógrafo, quien le ordenó al conductor que se echara al suelo, donde lo regó de hojas secas y ramas. Click. Tubazo histórico. Al cabo de 30 años todavía dolía quejode.
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