Ahora que está de moda que todos aboguemos por la libertad de expresión, ¿alguno de ustedes ha visto por ahí a la libertad de expresión del periodista Mingo? Está perdida desde una triste mañana en que el periodista hizo uso de ella y todo el país lo supo por una grabación ilegal en la que expresaba dos solemnes pendejadas contra Ramos Allup y el propio concesionario de esa libertad: Alberto Federico Ravell. Es una desaparición atípica. Desapareció y nadie se percató. Nadie la reportó. Nadie la denunció. Nadie salió a reclamar por esa libertad de expresión extraviada. De hecho, ni Mingo pegó lecos de reclamo ni el gremio periodístico venezolano dijo esta boca es mía. Mingo no convocó ninguna solidaridad y ni a una piche marchita hizo. Ningún estudiante lanzó un epitafio por tan penosa desaparición que el tiempo ha convertido en muerte, más bien en asesinato.
Y eso que Mingo es un furibundo antichavista. Le mutilaron no solamente su libertad de expresión, que ejercía en su programa mañanero, sino incluso la libertad de opinión, pues fueron precisamente las opiniones contra Ramos Allup y Ravell lo que le mereció la expatriación, ¿o no era Globovisión su patria, razón de ser de todas sus batallas mediáticas?). Ahora resulta que el autor intelectual de ese asesinato anda pegándose golpes en el pecho y arengando a los estudiantes a tomar las calles, situación verdaderamente patética, porque esta clase de estudiantes no tiene experiencia ni necesidad de este tipo de luchas. Necesitan un buen rato de más calle.
Entre todo, aquí quienes más se exponen al ridículo son los periodistas. Lo hacen cuando se rasgan las vestiduras por una libertad de expresión de la que en la realidad están lejos de ser propietarios.
Los periodistas no son más que títeres de los verdaderos dueños de la libertad de expresión. Confunden, además, libertad de informar con libertad de expresión. Para expresarse no es necesaria una planta televisiva. Para informar tampoco. Y mucho menos en estos tiempos de revolución tecnológica.
Es una pena que la crisis desatada por el caso RCTV no haya sido más bien utilizada por los periodistas (quienes han podido asumir la batuta del liderazgo de la crisis en provecho del gremio y del país) para sincerar las cosas: que los periodistas, que los ciudadanos sean los auténticos propietarios de esas libertades que se reclaman (con la debida paradoja de denunciar la falta de libertades por medio de todas las pantallas). Con el caso de Mingo, se perdió una magnífica oportunidad para eternizar un slogan protector: "Mingo somos todos".
Lo menos que hubieran podido lograr los periodistas, era capitalizar este sentimiento para crear un movimiento que se consolidara en el tiempo y que impidiera los despidos alegres e injustificados.
¿Que botaron a un periodista sin justificación, apenas porque no era políticamente correcto? Bueno, enseguida se producen marchas estupendas que restituyan el daño causado. Enseguida Globovisión se encadena y los estudiantes de la UCAB y la Metropolitana inician vertiginosas y espectaculares guarimbas. La SIP se pronuncia y el parlamento europeo pega el grito en el cielo. Pero no.
Los periodistas, como siempre, alzan su voz para defender a los amos, nunca para defender a un colega. ¿Alguna vez reseñó Globovisión la crisis registrada en el diario El Globo? Pero qué pregunta.
Lo mínimo que han podido lograr los periodistas venezolanos de esta hora, es reclamarle enérgicamente, incluso con huelga masiva e indefinida de por medio, tanto a los periodistas chavistas y antichavistas, que se dediquen a intentar hacer periodismo y cero militancia. Con que se lograra un poco más de anonimato en el ejercicio de la profesión sería suficiente.
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:)
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