jueves, julio 12, 2007

El Mayo Burgués

Cuando la oligarquía apátrida puso en juego el control que poseía sobre sectores de la FAN, estaba poniendo carne en el asador, efectivamente ponía fichas valiosas sobre la mesa, se jugaba a Rosalinda. Perdió el lance y agotó casi toda la potencialidad que tenía en el mundo castrense. Se abortó el golpe y Chávez realizó los ajustes necesarios para dejar al margen y con nula capacidad a los movimientos manejados por el capital; Chávez infiltró hasta los huesos a la FAN. Era, en su suma, una apuesta verdadera. Y los perdedores lo pagaron con creces.

Cuando la oligarquía decidió “todo o nada” con el control mayoritario que tenía de la industria petrolera, estaba echando el resto, exponía la fuerza económica que le daba la soltura necesaria para el combate. Mordió el polvo y eso produjo consecuencias realmente trágicas: los gerentes golpistas fueron cesados y 20 mil trabajadores apátridas fueron marginados, y así la Revolución Bolivariana asumió un control petrolero que vitalizó al proceso.

Ahora que la oligarquía se escuda en los estudiantes, ¿se está jugando el control de la Universidad? Si mañana los pacíficos estudiantes se retiran a sus casas izando bandera blanca, ¿es porque la Revolución se posesionó del sector universitario? Por primera vez, los oligarcas cazan una pelea en la que no exponen nada. Si los combativos estudiantes se hastiaran y regresaran a sus playas, nada habrá pasado, pues la derecha seguiría ganando los Centros de Estudiantes y las Federaciones de Centros de Universitarios y por ese camino todos los Rectorados.

Es decir, la Revolución no tiene capacidad de maniobra aunque ganara esta confrontación. No puede desplazar a nadie ni infiltrar a la casa llena de sombras. Al menos no a la usanza de la FAN y PDVSA, que más bien les fueron entregadas con lazo y todo.

La Universidad tiene unas estructuras inaccesibles para la Revolución. Por primera vez también, la Revolución se ve precisada de una estrategia planificada que a la postre permita el necesario control. No se puede construir un país sin construirlo desde las Universidades. Quizá esta sea la gran ganancia de la Revolución: admitir esta caries y desplegar esfuerzos por hacerse de las mayorías que faciliten la viabilidad en el tiempo de la Revolución, que ciertamente progresa, pero lo hace, comparativamente, con grilletes. Chávez se conecta espléndidamente con la clase depauperada, pero está bloqueado en la clase profesional.

Desde luego, los orígenes de este ajedrez son una maniobra mucho más compleja que ha permitido que hoy las Universidades sean antros burgueses, donde Primero Justicia es capaz de ganar varios centros de estudiantes sin que a la opinión pública no se la caiga la quijada de la impresión (en diciembre pasado, Primero Justicia sacó más votos que Podemos, PPT, UPV y PCV en la parroquia 23 de Enero, un hecho también inconmovible en el chavismo).

Así que las bases estructurales han conspirado, con una pequeña ayuda de la inacción, de la inercia revolucionaria en los centros de estudios. Se asumió como hecho de vida que no había mayoría en las universidades y dejaron todo en manos del destino.

En junio de 2006, me encontraba yo un día haciendo presencia en una oficina en la que llegan informaciones de primera mano relativas al Gobierno. Pero sólo llegan. Nada pasa. Llegan a la manera de esperanza. Entonces se dijo de unos “informes de inteligencia” en los que se aseguraba que la oposición gastaría otro cartucho haciendo uso de los estudiantes y del descontento que supuestamente generaría el proceso judicial emprendido contra Nixon Moreno. Aquello no prosperó, acaso porque sinceramente Moreno no alebresta sino a Soledad Bravo. No pasó nada y seguramente los informes de inteligencia se fueron a las gavetas. Otra batalla más para la Revolución.

Hasta que llegado el 28 de mayo de 2007, la oligarquía sí sabía que tenía la combustión necesaria con sus estudiantes y RCTV y ahí los tenemos convertidos en vulgares títeres que no saben por qué dicen lo que dicen. Pero percibidos como héroes por un coñazo de gente. Comparados, incluso, con míticas generaciones de venezolanos. No menos de un disociado de Globovisión llegó a hacer comparación con el Mayo Francés. Digo yo que más bien será Mayo Burgués.

Como yo creo mucho en que toda iniciativa crítica hacia las situaciones de la Revolución Bolivariana debe terminar en una propuesta, quiero cerrar la siguiente reflexión cediendo los derechos de una experiencia que a mí, mortal simple, se me antoja como una contribución al debate en nuestra propia casa:

Dos amigos revolucionarios en quienes la prosperidad es una constante, sintieron curiosidad por atrapar la verdad dentro de una botellita y empezaron darle vueltas a las neuronas sobre cómo capturar la realidad.

Al cabo de unos días pensaron que una Sala Situacional sería un buen laboratorio. Y me buscaron a mí para que hiciera de laboratorista. Me negué por agotamiento del método, y para consolar a los buenos amigos expuse un sinfín de buenas razones para hacerlos desistir de esa utopía.

Insistieron y como quiera que delimitaron las ambiciones a solamente lo económico, político, petrolero e internacional, acepté facilitar mis buenos oficios. En una semana debía presentar un plan.

Lo primero era crear la empresa que convocaría a los integrantes de la Sala Situacional. Con ella hice la más sencilla e inocente de las operaciones: redacté un aviso solicitando estudiantes de los últimos semestres para ingresarlos al Departamento de Análisis de la compañía. Pegué como diez avisos en las escuelas de Economía, Estudios Políticos, Estudios Internacionales e Ingeniería de Petróleo de la Universidad Central de Venezuela. Recibí ochenta postulaciones, ante lo cual me pregunté: ¿ahora qué hago?

Propuse a los taxidermistas de la realidad que nos constituyéramos en jurado evaluador y que los citáramos a todos al lobby de un hotel. Así se hizo. Acordamos hacer blindaje para que ninguno notara qué perspectivas políticas se escondían detrás del reclutamiento.

Concluida la larga jornada, entramos a debatir la escogencia, que debía ser de cuatro. Pero la discusión fue adquiriendo otro cariz: la generalidad de aquellos estudiantes tenían sobrado y manifiesto talento (la selección por eso se complicó), pero en el aire flotaba una percepción que nos estaba costando determinar: no menos de 60 de aquellos 80 estudiantes sin duda eran estudiantes progresistas, pero más que eso, exhibieron una ansiedad que luego supimos eran unas contenidas e impotentes ganas de asumir responsabilidades en el proceso transformador que vive el país. Qué potencial, pero por lo visto no determinado por nadie.

Entonces nos miramos las caras y nos dijimos: ¿Qué obtendríamos si pegáramos los mismos papelitos en todas las Escuelas de la UCV? ¿Descubriríamos a 300, 500, 700 estudiantes con potencial de liderazgo político? La UCV tiene más de 50 Escuelas.

Pongamos 500. ¿Y si se crea un proyecto que convierte a los estudiantes en agentes vectores?

Yo no sé, pero son estas las ocasiones en que a uno lo febril se le dispara y entonces se pone dizque imaginativo. Yo, ante la experiencia vivida, me imaginé que le exponía al Gobierno la idea según la cual a esos 300, 500, 700 estudiantes se les facilitaría acceso a la Revolución. Cada Ministerio y cada organismo alberga a un estudiante, encargado de desarrollar un proyecto que sólo le consuma dos horas diarias y que después se vaya a la Universidad a mezclarse, a vectorizar, a hacer vida y lucha estudiantil fecunda.

U otra cosa hay que hacer, porque mucho estoy empezando a temer que empecemos a conformarme con ver y escuchar los escachapamientos que Libertad, Héctor, Mayerling, Osly y el chamo de quinto año hacen a los querubines. Sería un espejismo.

Como espejismo se me antoja eso de que somos la solvente mayoría del país. Generalmente uno contrasta 7 millones y pico de votos de Revolución contra algo así como 4 de la oposición y entra en relax inconsciente. Pero cuando cojo cable a tierra, la realidad me habla que somos una mayoría asediada. Nuestro fortín es escasísimo y trepidante. Yo casi nunca veo la realidad en proporción de 60 a 40. Yo me he construido mi propio fantasma del 10 %. Eso somos: 10%.

Luego de incurrir en los desmanes y despropósitos más insólitos, de cometer errores y metidas de pata que no se han visto ni se van a ver nunca más en la historia, la oposición nos tiene a merced de un 10%.

Porque si la oposición se hace de ese 10% para llegar a 50 %, será porque se lo habrá arrebatado a la Revolución, que de 60 bajaría a 50%. Y si con la minoría limítrofe se sienten gobierno, ni qué pensar creyéndose con el 51%.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Cómo estás, Douglas?. Te voy a dar mi punto de vista, como estudiante de la UCV, respecto al movimiento estudiantil que despertó despues de años de apatía, no por motivos de preocupación por el estado deplorable en que se encuentra nuestra universidad, sino para defender a una empresa privada que, durante sus más de 50 años de existencia, logró contrarrestar cualquier valor que nos pudiese haber inculcado alguna institución educativa de este país.
Es triste ver cómo los estudiantes universitarios han dejado atrás al pensamiento, cómo se dejan manipular por los medios de comunicación en lugar de evaluar los acontecimientos y crearse un criterio propio. ¿Cómo es posible que los estudiantes que manifestaron su descontento con el Gobierno fueron desplazados, en cuanto a protagonismo político, por estudiantes simpatizantes al oficialismo?, es doloroso dar la respuesta, pero es muy sencilla: por falta de argumentos.
Analizando el comportamiento de los estudiantes de la UCV, se puede observar que el reflejo de la polarización que reina en nuestro país es bastante intenso, la discriminación es constante, se niega cualquier posiblidad de pensamiento crítico, a través de los mismos compañeros de clases, por la amenaza de ser excluidos quienes se atrevan a contradecir cualquier decisión del rector.
Es de absoluta necesidad ser chavista u opositor, preferiblemente extremista, de no serlo serás execrado por ambos bandos; yo no entiendo cómo hemos llegado a este punto tan improductivo.
Aún así, y quitando a los seudo líderes estudiantiles (que no nos representan), hay esperanzas.
Todavía habemos quienes no aceptamos la polarización, quienes podemos ver las virtudes y los defectos de ambos grupos, solo queda unirnos y demostrar que la UCV no cree en la imposición de doctrinas, que somos independientes y capaces.
Aida.