lunes, diciembre 22, 2008

Guácara me dan por nombre, mi forma es de caracol

El fin de semana pasado me dejé caer por el Centro de la Diversidad Cultural de Los Rosales tentado por un amplísimo cartel de enormes figuras de la canta criolla. De modo que el viernes disfruté de la cálida voz de Cecilia Todd, quien ese día bautizó disco y anunció que luego de 36 años de carrera pública incursionaba como compositora de una de las canciones del disco “Niño Jesús de merey”.

La jornada iba a ser clausurada por el simpar de Gualberto Ibarreto, de quien todos, en determinado momento, temimos un nuevo extravío, porque se retrasó y cuando se establecía contacto con su representante y allegados, comunicaban que hacía horas que había salido para el Centro de la Diversidad.

Llegó el hombre, y todos repotenciamos las expectativas por escuchar aquel chorro de voz y aquellas míticas canciones que se han venido transfiriendo de generación en generación.

A la persona que estaba a mi lado, cuando Gualberto apenas iba por los saludos de arranque, le dije: para que te hagas una idea de cuánto puede llegar a conocer o intuir uno a un artista, a que no me pelo cuando te digo que Gualberto comenzará cantando “La guácara”.

Me pelé. Calentó motores con una canción que yo no tenía registrada y enseguida afinó con “La guácara”. Mientras los músicos dejaban correr los acordes delatores, Gualberto se permitió un introito del tema para decir que era una canción de protesta (me quedó la duda de si había dicho la primera o la más grande canción de protesta). En el acto decidí que lo abordaría una vez que concluyera para precisarlo (porque además, al hacer semejante afirmación, citó a Alí Primera).

Puesto que “La guácara” fue mi canción de cuna, así podrá comprenderse la conmoción íntima que me produjo descubrir treinta y tantos años después que mi vocación de irreverente ya empezaba a labrarse desde entonces.

Cuando me propuse despejar este dilema, también me dije que trataría de hacerle un abordaje político a Gualberto, cuyos resultados ofrendaría a los lectores a los que suelo enviarle mis escritos, sin que hasta ahora me hayan solicitado compensación por la atormentada diligencia de leerlos. La cosmovisión política del cantor puede ser sintetizada con esta expresión: “No he votado por Chávez”.

Como se recordará, Gualberto fue uno de los ilustres visitantes de Plaza Altamira cuando desde allí unos generales felones y unos desorientados políticos antibolivarianos trataron de urdir un segundo golpe de Estado en menos de un año.

Pero uno o dos años después, vi a Gualberto en una acto del Teresa Carreño organizado por una institución del gobierno, y allí pidió perdón al público por los extravíos y por regañarlo y por quererlo. Deduje, para mi satisfacción, que el hombre estaba de regreso.

Después de “La guácara” Gualberto se disparó con “Anhelante”, y los asistentes soltaron el aliento contenido. Hizo un ingenioso empalme con “La vikina” y prosiguió con una anécdota tan suya: “Yo recuerdo que cuando Serenata Guayanesa cumplió 20 años, yo tenía 45 días que había dejado de beber y cuando salí al público, me temblaban las piernas, yo tenía miedo…yo era alcohólico. Hay muchos que no lo son pero tienen la conducta: el venezolano si va a bailar la primera pieza, un palo; si te vas a declarar, un palo…”.

La gente empezó a pedir “Ladrón de tu amor”, y una barra de negras tamboreras empezó a rumiar por “María Antonia”. Gualberto, en cambio, prosiguió con “Yo quiero un amor bonito”. Entonces sí entonó “El ladrón de tu amor”. Luego se vino con “El gorrión”, una canción compuesta por José Napoleón, el manager de José José y popularizada por éste en su tierra mexicana, pero como antes no había internet, las noticias entre países podían tardar años, al menos los suficientes para que Gualberto la versionara con unos pequeños cambios y así quedaría instalado en el inconsciente nacional como una obra suya. “Resulta que cuando escuché esta canción yo estaba despechao”.

Luego otra y la gente sin cesar solicitaba “María Antonia”, cuya versión originaria, delató Gualberto, es de un trompetista puertorriqueño llamado Plácido Acevedo, quien en la primera estrofa decía: María Engracia es una mujer que es rubia platinada y le dice a su marido que aquí no ha pasado nada.
“Ahí no estaba diciendo nada. Entonces vino la picardía del venezolano y saben que María Antonia no está loca na, se hace la loca; ella no duerme en ningún escaparate, ella duerme con otro. Les digo una cosa: yo no tuve nada con María Antonia, ni empate ni concubino. Y no me pueden llamar chulo, porque no soy chulo, pero todavía vivo de “María Antonia”.

“A mí mucha gente me quiere es de tanto escucharme, pero no es por la radio sino porque los padres lo amamantan con “La pea”, con “María Antonia” o con “La guácara”, que se les queda en el subliminal.

Gualberto continuó su noche con “Cuerpo cobarde”. Con esta falseó un final que se concretó con la del estribo: “La carta”.

Y vino el abordaje detrás de tarima.

-Yo me di a conocer en el año 75 con “María Antonia”, que estaba en mi primer disco, pero todas las canciones pegaron: “El sancocho”, “El gallito”, “El polo de oriente”. Pero “La guácara”, pichón, tocó las fibras de la juventud venezolana. La guácara, pichón, es un caracol que es más lento que un morrocoy. Entonces el campesino tiene que recurrir a eso para no morir de hambre; habiendo tantos recursos en Venezuela por parte del petróleo, los niños tienen que comer guácara.

¿Alí Primera llegó a tener intercambio contigo sobre las perspectivas de esta canción protesta?
-Sí, yo conocí a Alí en Mérida, cuando yo iba a cantar en las facultades. Luego me lo encontré en el sello disquero para el cual yo grabé, que era el mismo sello disquero de él. Me dijo: panita, panita, ¿tú te vas a presentar en televisión? Yo le dije que sí, pichón, pero dignamente. En aquel entonces salió un editorial diciendo que Gualberto no se presentaba en televisión porque cobra la bicoca de 10 mil bolívares. Yo les dije que no quería que me presentaran como un jabón. Me preguntaron que qué quería y les dije que me entrevisten. ¿Y qué te preguntamos? Bueno, que si yo era un artista de una sola canción, que qué quería yo del folclor venezolano. Les dije que no quería que un vidrio me separara de la gente, porque yo nací con un don y la mejor forma de agradecerlo es compartiéndolo con la gente.

“La guácara” no fue leída como una canción protesta en su momento, quizás después tampoco…
-Sí, te lo digo porque a mí los jóvenes me preguntaban que si era verdad que había niños que comen guácara en Venezuela.

Enrique Hidalgo fue un compositor determinante en tu trayectoria…
-Sí, cómo no. Él está trabajando en el consulado venezolano en Miami, antes estuvo en Puerto Rico; trabaja con sus hijos en el grupo Urbanda. Ahorita tengo pocas relaciones con él, pero en el disco romántico que viene ahora hay una canción inédita de él.

Fue entonces cuando me arriesgué a invitarlo al pantano de la política.

¿Cómo evalúas tú lo que está ocurriendo socialmente en Venezuela? Tengo entendido que has dado saltos en el análisis de la Venezuela política.
-No, pichón, yo tengo una imagen concreta. A mí me duele mucho lo que está pasando en Venezuela. Hay cosas que son valiosas que se están haciendo, pero por otra parte hay otras que no me gustan. Yo fui y soy de izquierda, pero siempre fui independiente, incluso cuando el MEP, el MIR y el PCV tenían problemas para buscar un candidato, entonces me ponían a mí porque sabían que yo eran independiente. Yo era del FVP en tiempos de Leoni, cuando había guerrillas, no habladores de pendejadas, y la novia mía era comunista, y ellos se infiltraron en el FVP y todos los partidos para destruirlos, esa era la idea. Yo era secretario juvenil del FVP y ella se metió en una reunión y dijo que el secretario juvenil era un incapaz y tal. Salimos de la reunión y yo le dije; bueno, cómo es la cosa. Ella me dijo: amor es amor y política es política. Entonces dije, vamos a dejar la política y me fui del partido. Y más nunca fui de partidos. Mi condición de poeta, si seré poeta, y artista que trabajo con la sensibilidad de las personas, no me da el ánimo para recibir líneas de partidos.

Para hacerte la pregunta más directamente, ¿votas o no por Chávez?
-Yo no he votado por Chávez. Pero yo creo en muchas cosas de las que él plantea. Coño, yo soy bolivariano hasta la médula, cuando aquí hay mucha gente y que es bolivariana, pero será de nombre. Yo conozco la obra de Bolívar, yo he leído a Bolívar, chico, conozco su vida, su capacidad democrática. A mí no me gusta que me manipulen a Bolívar. Estoy de acuerdo con el pensamiento, pero no que lo manipulen.

Así concluyó este breve encuentro con Gualberto, que no terminó sin que antes me repreguntara que qué quería yo que él me hubiera contestado. Le dije que me sentía complacido de que hubiera contestado inspirado, de la misma manera en que canta.


Bueno, por si acaso ya no vuelvo me despido a la llanera…que el 2009 los coja a todos con el espíritu aliviado y la conciencia lo más descargada posible. Son mis deseos.


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