Mi amiga Sandra Guinea me escribe un correo desde Centroamérica para reclamarme mi ausencia del tema Honduras. Atribuye mi desánimo a que no es un asunto de Venezuela.
Le digo ahora que la acompaña la razón en una cosa pero la desacompaña en otras. Cierto que no he escrito sobre Honduras, tal vez porque excepcionalmente he andado hablando más del caso Honduras que escribiendo. Pero se equivoca cuando juzga que lo que ocurre no ocurre en Venezuela. Cualquier sesudo sabe que el epicentro de la crisis es Venezuela, y el desenlace está en veremos a la espera de Obama, que no de Estados Unidos.
En algunos programas de radio y en conversaciones informales he venido diciendo, como es obvio, que la embestida es contra la idea de los procesos constituyentes (nada es más poderoso que una idea cuya época ha llegado).
Si el proceso constituyente se agilizaba en Honduras, el ALBA iba a mover el tablero con una jugada de oficio: Nicaragua y El Salvador escoltarían inmediatamente la seña. Y por efecto Belice, y de carambola por la dinámica (y dialéctica) sociopolítica ¿ascendería hasta ¡México!?
Al menos en México el tema iba a ser parte del debate, y en función de la idea constituyente giraría la opción que podría tener López Obrador de refundar a los aztecas. Se suponía que el estallido de Centroamérica causaría alguna ebullición a la mexicana.
Como se ve, se trata de una escalada, de un ascenso hasta imaginario (de Suramérica sube a Centroamérica con pretensiones de hacer cúspides en los yuneisteis).
Antes de que la sangre se asomara en el horizonte, el poder económico estadounidense ha encontrado ocasión de poner en trance a Obama para que diga si es marisco o molusco.
A su modo, Obama había emprendido una lenta pero interesante transformación de la mentalidad gringa. La hegemonía no pretende dejar desarrollar mucho esta cabuya y desde la base militar de Honduras lo reta permanentemente a decir con quién está (el silencio otorga, claro).
De modo que el adefesio militar y político de Tegucigalpa no reta a nadie, no es contra la OEA y LA ONU y Mercosur y Río y ALBA que hacen sus carantoñas.
La jugada consiste en detener a Obama, y la respuesta que se espera es la de Obama, quien no tiene otra opción que el silencio, y será mejor ir comprendiendo esto y acordar la incursión de Zelaya en Tegucigalpa para que el balón quede en manos del poder yankee.
Si Obama decantara por una posición dura a favor de restituir la constitución hondureña, inmediatamente sus adversarios polarizarían al pueblo estadounidense con el estúpido dilema de chavista y antichavista. Es lo que Obama no quiere hacer, pues lo quiere meter como el perro. Hay muchos pobres en Estados Unidos a quienes no tiene por qué disgustarles que el grueso del presupuesto se gaste en ellos. Demasiado ambiente servido para la propuesta de voltear al país. Estados Unidos, a fin de cuentas, es una bomba de tiempo, y los imperialistas no quieren a este tiempo de constituyentes. Si los Estados Unidos es un pueblo de pensamiento de avanzada, ¿por qué va a esquivarle el cuerpo a hablar una nueva constitución?
Obama no tendrá propuesto llegar y lanzar un decreto llamando a la Asamblea Nacional Constituyente, pero sus pequeños (a veces imperceptibles cambios) irían moldeando la rígida estructura del alienado pueblo estadounidense. Es la única vía, porque si Obama intenta su terapia política por electroshock, como sí ha ocurrido en Suramérica, es completamente inviable y sería sacado del poder a través del congreso. Sólo le queda el camino de la vaselina y antes de que la penetración se hiciera irreversible, los dueños de ese país han logrado una jugada inteligente a sus fines: detener la gestación revolucionaria en USA.
Y el poder gringo, se encarna en el rostro y el cuerpo de la Hillary Clinton. A ver, cuando se produjo la entrevista con Globovisión (donde el versátil Leopoldo Castillo se dedicó a leer letra a letra las preguntas del libreto), la intención clara era evitar que el repique del golpe en Honduras viniera por vía de Globovisión. Es que una de las preguntas y su respectiva respuesta delataron este propósito. Es decir, bueno, dimos un golpe y seguramente el ALBA moverá uno de sus alfiles contra un caballo nuestro, será mejor advertir que eso nos disgustaría, precisamente ahora que el canto de mate a los golpistas queda de nosotros. Esperen a ver si nos decidimos.
Así que los minutos conspiran contra el ALBA y no veo más camino para Zelaya que llegarse mañana mismo a Tegucigalpa y martirizarse en serio. La patria grande se lo agradecerá y le hará un pequeño espacio en la Historia. Y queda de nosotros ver cómo ayudamos a Obama, uno de los sufridos de este cuento.
Le digo ahora que la acompaña la razón en una cosa pero la desacompaña en otras. Cierto que no he escrito sobre Honduras, tal vez porque excepcionalmente he andado hablando más del caso Honduras que escribiendo. Pero se equivoca cuando juzga que lo que ocurre no ocurre en Venezuela. Cualquier sesudo sabe que el epicentro de la crisis es Venezuela, y el desenlace está en veremos a la espera de Obama, que no de Estados Unidos.
En algunos programas de radio y en conversaciones informales he venido diciendo, como es obvio, que la embestida es contra la idea de los procesos constituyentes (nada es más poderoso que una idea cuya época ha llegado).
Si el proceso constituyente se agilizaba en Honduras, el ALBA iba a mover el tablero con una jugada de oficio: Nicaragua y El Salvador escoltarían inmediatamente la seña. Y por efecto Belice, y de carambola por la dinámica (y dialéctica) sociopolítica ¿ascendería hasta ¡México!?
Al menos en México el tema iba a ser parte del debate, y en función de la idea constituyente giraría la opción que podría tener López Obrador de refundar a los aztecas. Se suponía que el estallido de Centroamérica causaría alguna ebullición a la mexicana.
Como se ve, se trata de una escalada, de un ascenso hasta imaginario (de Suramérica sube a Centroamérica con pretensiones de hacer cúspides en los yuneisteis).
Antes de que la sangre se asomara en el horizonte, el poder económico estadounidense ha encontrado ocasión de poner en trance a Obama para que diga si es marisco o molusco.
A su modo, Obama había emprendido una lenta pero interesante transformación de la mentalidad gringa. La hegemonía no pretende dejar desarrollar mucho esta cabuya y desde la base militar de Honduras lo reta permanentemente a decir con quién está (el silencio otorga, claro).
De modo que el adefesio militar y político de Tegucigalpa no reta a nadie, no es contra la OEA y LA ONU y Mercosur y Río y ALBA que hacen sus carantoñas.
La jugada consiste en detener a Obama, y la respuesta que se espera es la de Obama, quien no tiene otra opción que el silencio, y será mejor ir comprendiendo esto y acordar la incursión de Zelaya en Tegucigalpa para que el balón quede en manos del poder yankee.
Si Obama decantara por una posición dura a favor de restituir la constitución hondureña, inmediatamente sus adversarios polarizarían al pueblo estadounidense con el estúpido dilema de chavista y antichavista. Es lo que Obama no quiere hacer, pues lo quiere meter como el perro. Hay muchos pobres en Estados Unidos a quienes no tiene por qué disgustarles que el grueso del presupuesto se gaste en ellos. Demasiado ambiente servido para la propuesta de voltear al país. Estados Unidos, a fin de cuentas, es una bomba de tiempo, y los imperialistas no quieren a este tiempo de constituyentes. Si los Estados Unidos es un pueblo de pensamiento de avanzada, ¿por qué va a esquivarle el cuerpo a hablar una nueva constitución?
Obama no tendrá propuesto llegar y lanzar un decreto llamando a la Asamblea Nacional Constituyente, pero sus pequeños (a veces imperceptibles cambios) irían moldeando la rígida estructura del alienado pueblo estadounidense. Es la única vía, porque si Obama intenta su terapia política por electroshock, como sí ha ocurrido en Suramérica, es completamente inviable y sería sacado del poder a través del congreso. Sólo le queda el camino de la vaselina y antes de que la penetración se hiciera irreversible, los dueños de ese país han logrado una jugada inteligente a sus fines: detener la gestación revolucionaria en USA.
Y el poder gringo, se encarna en el rostro y el cuerpo de la Hillary Clinton. A ver, cuando se produjo la entrevista con Globovisión (donde el versátil Leopoldo Castillo se dedicó a leer letra a letra las preguntas del libreto), la intención clara era evitar que el repique del golpe en Honduras viniera por vía de Globovisión. Es que una de las preguntas y su respectiva respuesta delataron este propósito. Es decir, bueno, dimos un golpe y seguramente el ALBA moverá uno de sus alfiles contra un caballo nuestro, será mejor advertir que eso nos disgustaría, precisamente ahora que el canto de mate a los golpistas queda de nosotros. Esperen a ver si nos decidimos.
Así que los minutos conspiran contra el ALBA y no veo más camino para Zelaya que llegarse mañana mismo a Tegucigalpa y martirizarse en serio. La patria grande se lo agradecerá y le hará un pequeño espacio en la Historia. Y queda de nosotros ver cómo ayudamos a Obama, uno de los sufridos de este cuento.