viernes, septiembre 28, 2012

Henrique Capriles en 1999


Tenía bien rato buscando esta entrevista que Milagros Socorro hizo a Henrique Capriles en 1999 y publicada por la revista Exceso en junio de 1999. La consiguió y me la envía mi carnal Ana Cristina Bracho. Se las comparto. A mí me impacta la frase final de este venezolano de pura estirpe.


Es una paradoja: buena parte de las simpatías que adhiere Henrique Capriles Radonski le han sido granjeadas por su capacidad para ser percibido como alguien distinto; pero cuando se le conoce personalmente se tiene la impresión contraria: Capriles Radonski es más bien igual, igualitario, igualitico, igualazo… ¿A quién? No a los bichos de quienes él quiere diferenciarse, claro está; a esos no se parece y varias veces al día refrenda el compromiso de distinguirse de aquel bichamen que sabemos. Él es igual simplemente porque no es diferente, porque parece evitar cuidadosamente la singularidad, cualquier cosa que lo haga discernible en una fotografía de grupo.

Capriles Radonski es distinto porque es correcto. Y las cosas le salen bien, ah. Pero nada más. Aunque apenas está comenzando su carrera cabe apostar que nunca tendrá este Capriles una actitud destemplada o hará una declaración de ésas que sin terminar de leer el párrafo ya el lector de prensa sabe quién la ha expresado porque le conoce el estilo, el tumbao, las mañas. Nada más lejos en este caso. Henrique nunca nos va a sorprender y es de temer que jamás tendrá estilo (no uno propio, al menos). Lo más probable es que cuando ya tenga treinta años en la escena política todavía estemos preguntando: este muchacho Capriles, ¿cómo es que se llama… Ricardo… Fernando… Ernesto…? Henrique. Se llama Henrique y ofrece al mundo una personalidad desdibujada, a contrapelo de las marcas individuales. Digámoslo de una vez: Henrique es un buen muchacho, qué vamos a hacer. Es el tipo de hombre que uno no querría para una, sino para una sobrinita que es muy hacendosa, muy callada ella.

La verdad es que Henrique es un buen partido. Eso seguro. Probablemente no haya uno mejor en el país porque Henrique es trabajador, es ahorrativo, es respetuoso con las damas, es blanco, admira al Papa, es católico… ¿Cómo? ¿Henrique es católico? Pero si su mamá es judía…

-A pesar de que mi madre es judía -explica Capriles Radonski- y de que mi composición genética es en un 75% judía, yo soy católico. Mis padres decidieron casarse por la iglesia católica y asumieron el compromiso de formar a sus hijos en esta fe hasta que tuvieran la edad de decidir. Yo decidí. Soy católico.

-¿Es circunciso?
-Sí, lo soy. Pero eso no tiene nada que ver con el rito religioso sino con una cuestión sanitaria. Además, me lo hizo un médico, no un rabino.


Al Señor, que me ilumine
El asunto de las diferencias que separan a Capriles Radonski del político medio venezolano, ese que se ha convertido en el anatema de la opinión pública en la actualidad, es recurrente en el discurso del propio Henrique y de quienes se refieren a él como figura curiosa. El joven se ha montado en la ola, robusta y vistosa, de que no se allega a las funciones públicas por lambucio y ese solo hecho parece ser asombroso. “Soy distinto básicamente en lo que a mí me motiva a estar aquí”, confirma. “Mis intereses son diferentes. Yo no tengo necesidad económica que me movilice a estar aquí. No soy rico pero nací en una familia que tiene recursos”. Con esto Capriles quiere dejar claro que no se ha puesto donde haiga sino que tiene lo que él llama -muy correctamente, por lo demás- vocación de servicio. “Me gusta servir desde una posición pública y pro eso estoy aquí. Tampoco siento que le estoy haciendo un favor a Venezuela por el hecho de estar en el Congreso. Yo aspiré venir al Congreso, la gente me eligió y por eso estoy aquí”.

A ver: la gente lo eligió diputado ante el Congreso Nacional (partiendo de una postulación por el estado Zulia) pero luego resultó electo presidente de la Cámara Baja en una carambola que dejó a todo el mundo patidifuso, empezando por él.

-¿Qué se le vino a la mente cuando se dio cuenta de que se había convertido en el presidente más joven de la Cámara de Diputados?
-Una de las cosas lamentables de cómo la gente ve la política hoy por hoy es que cuando tú tratas de ser sincero y dices las cosas como las piensas, nadie te cree y todos piensan que es demagogia. Yo te podría decir que le recé a Dios y le pedí que me iluminara. Y muchos pensarán que se trata de un discurso calculado para hacerme una determinada imagen. La verdad es que yo creo mucho en el de arriba y, cuando surgió la posibilidad de que yo fuera presidente de la Cámara (Baja) pensé que si eso se había dado era porque el de arriba quería que yo estuviera en esa posición y cumpliera con mi deber. Yo creo mucho en eso: si la vida me puso ahí es por algo. Solamente el que está arriba sabe cuál es mi verdadera vocación, cuál es mi verdadero interés al estar aquí. Es posible que también mi familia lo sepa: ellos saben que esto no es un capricho y que yo pudiera estar dedicado a otras cosas.

-¿Se asustó?
-Por supuesto que estaba asustado pero también pensaba: si la vida me puso en este escenario, por algo será. Y lo único que le pido a Dios es que me ilumine y que me ayude a mantenerme siempre sujeto a mis principios.

-¿Hasta qué posición lo orientan sus principios?
-No tengo ambiciones desmedidas y si mañana me toca ocupar una posición menos relevante que ésta no lo veré como un descenso sino como una experiencia más. Yo quiero resultados, no me veo a mí mismo como un orador de oficio.

-Dado que tiene usted excelentes relaciones con sus primos Capriles, incluida la rama que está dedicada a la prensa, ¿ha sentido la tentación de dedicarse al periodismo?
-El periodismo es una de las carreras que siempre me han llamado la atención y cuando me tocó decidirme por un oficio pensé seriamente en el comunicador social. Pero me hice abogado. Y ahora, bueno, no digo que no me acercaría a la Cadena Capriles, digo que no lo he pensado. Yo pienso básicamente en la política porque nací para esto, para hacer política de una manera diferente. Una de las cosas que aplaudo del presidente Chávez es que reanimó a la gente; la política empezó a vivir otra vez. Y dentro de ese cambio de escenario, vendrá una participación de la sociedad civil, de la gente y no de los politiqueros de oficio. Yo siento respaldo de la gente, no de ninguna organización política y mucho menos de un cogollo.


En plan mochilero
Como es evidente, Henrique Capriles Radonski nació el once de julio de 1972. Mide un metro 76 centímetros; pesa 72 kilos; usa camisas con cuellos número 15 y gasta con pasmosa frecuencia zapatos número 9 y medio. Para mantener esa estampa de torero, va al gimnasio con cierta periodicidad. Pero no es probable que engorde porque Capriles no es hombre de excesos, es más bien austero, rayano en lo frugal: come poco (su almuerzo suele consistir en una hamburguesa que compra en algún puesto de comida rápida de las inmediaciones del Congreso); su trago habitual es un ron con soda que trasiega sólo en fiestas; no come carnes; detesta la mayonesa y no admite salsas en sus sándwichs; tampoco tolera las frituras. No toma bebidas achocolatadas y en cambio adora los cereales. En una palabra: es maniático con la comida. No es de extrañar que no le guste cocinar.

Su número cabalístico es el once. Lo persigue en números de vuelo, de asiento de avión, de habitación de hotel y cuando se pone al borde de una ruleta. También lo procura cuando se juega un kino y algún terminal. Pero Henrique no tiene demasiada suerte en el juego (él comenta, muy pizpireto, que debe ser porque la tiene en el amor). En fin, Henrique no toma vitaminas (lo único raro en él). No fuma, nunca lo ha hecho. Nunca ha consumido drogas “ni he tenido curiosidad. Alguna gente dice que si no has fumado mariguana no has vivido. Pero no creo en eso para nada”.

-¿Ha vivido?
-¿Yo? Oye, bastante. Baste mencionar que conozco casi todo el mundo. He viajado mucho, he tenido esa suerte.

-¿En plan Holliday Inn?
-Para nada. Una vez hice un viaje por toda Europa en plan mochilero. Estuve en 37 ciudades europeas y lo recuerdo como una experiencia extraordinaria.


Yo tengo mi carnet
Cualquier día de éstos abrimos el periódico y encontramos a Henrique vestido de novio al lado de Natalia Gómez (una de sus metas es formar un hogar y tener hijos) y ya hace cuatro años que sale con esta espigada administradora que “me da absoluto respaldo en mi trabajo”.

Henrique ignora qué cosa es la Fania All Star. Ni tiene por qué saberlo porque cuando la Fania difundía la música del que está arriba, para usar sus palabras, él se babeaba en la ropa al cambiar de dentición. Muy vagamente recuerda que Celia Cruz es cantante; jamás ha visto a Sandro en televisión ni sabe qué cantaba el argentino del inmenso copete. De Joselito no había oído ni hablar y tampoco de Marisol. Todo esto para concluir que Henrique es distinto también porque tiene otras referencias culturales.

-Me puedes preguntar por Aditus -concede- pero no por mucho más porque no soy amante de la música. Bueno, cuando voy a una discoteca bailo pero no soy de los que tienen pegado en su cuarto un póster de Guns and roses o de Kiss o de Queen.
Lo dicho: Henrique no es el hombre que en una noche de rumba se quisiera para una; sino para cierta cuñada parapléjica, muy devota de San José y admiradora del doctor Caldera ella.

Pero hay algo que Henrique tiene y que despierta la codicia del personal: lejos de participar de la carnetocracia del puntofijismo, él practica la carnetocracia del Circuito Radonski -el negocio familiar- porque ostenta un cartoncito que le permite pasar olímpico frente al colector de boletos. Henrique, pila de envidiosos, no paga en el cine y se limita a pasar ante la taquilla con cara de junior y ese cuerpo de jockey. Y hasta pudiera sacarles la lengua a los empleados sin consecuencias (cosa que él no haría jamás porque Henrique no es de ésos). En fin, que pueden pasar sin pagar tanto él como su acompañante.

Henrique encarna las fantasías de las chicas: ¡un muchacho tan bonito, abogado y todo, que traspone las puertas de los cines como un emperador y que sólo se detiene para comprar un carretón de cotufas…!

-Cotufas no -aclara Capriles- muy grasosas, muy saladas, no sé. Lo único que llevo a la sala es un tobo de refrescolight, porque el otro me resulta demasiado dulce.
Lo que tú digas, papi. Henrique no tiene miramientos para desechar lo que no le gusta o lo que le molesta. Y como es alérgico a tantas cosas: a las alfombras, a los chocolates, al polvo… Qué vaina. Todo el tiempo anda con dificultades respiratorias, a veces tan agudas que tiene que respirar por la boca.

-O sea, que usted ronca.
-Bueno, no. A veces.

-Cómo lo sabe. ¿Quién se lo ha dicho? Tengo entendido que usted es soltero.
-Mi mamá no es que duerma a cinco cuadras de mi habitación. Yo duermo en mi casa y mi habitación queda muy cerca de la mi madre. Si yo roncara ella me lo diría.

-¿Y acaso usted siempre duerme en su casa?
-Absolutamente. Salvo que me haya metido una parranda hasta las seis de la mañana. Pero si la parranda termina a las tres de la mañana, voy a mi casa a dormir. Yo respeto mi casa. Respeto a mi papá y a mi mamá; mientras viva con ellos acato las normas de la casa. Alguna vez, mientras era estudiante universitario, permanecí fuera toda la noche preparando algún examen. Pero de ahí a otra cosa, ¡ninguna! Soy una persona seria.

-Pero serísima.
-Lo que no implica que no he vivido.

-A que no se ha disfrazado.
-Pues fíjate que sí. Ya crecidito, pasados los 20, fui a varias fiestas disfrazado de cavernícola.

-Claro, van a decir sus detractores, de que más se va a disfrazar un hombre tan conservador y encima copeyano.
-Eso no es justo. Ha sido tradicionalmente una característica de Copei tener una élite intelectual. En Copei hay mucha gente preparada y eso lo saben todos los venezolanos. De todas formas, no soy copeyano.
¿Y le gusta la música llanera?
-Eso sí que no.

 Publicado en la Revista Exceso, en junio de 1999

viernes, agosto 24, 2012

Presuntamente el periodismo de sucesos


La demostración  de que hay un plan de asesinatos mediáticos como arma política es que los periódicos tradicionales ignoran o se hacen los tontos ante esta conspiración. Reseñan los crímenes, cómo no, porque se trata precisamente de aterrorizar, pero el rigor llega hasta allí.

¿Cómo es que los periodistas no investigan las motivaciones de esos asesinatos en los que unas personas están en una esquina y llegan unos motorizados rociando balas? Obvio: investigarlo implica llegar a conclusiones delatoras.

Al llamado periodismo de sucesos siempre le ha interesado (apartando el amarillismo) definir el móvil de un asesinato, es decir, aproximarse a la hipótesis. Todo asesinato que la prensa informa debe llevar ese compuesto, aunque sea inventado, al estilo de “la policía no descarta” tal cosa.

Más allá, es tradición del periodismo policial venezolano que los casos sean aglomerados. Por ejemplo: hasta el 30 de junio de este año han matado a no sé cuántos policías, o militares, o peluqueros, o cocineros, motorizados, etcétera. Pero estos crímenes sin motivaciones evidentes no interesan a los periodistas. Sólo el primer día, para inocular la paranoia. Alcanzado este objetivo en cierta lectoría, se olvidan del fenómeno.

A los periodistas policiales de esta época no les pica la curiosidad la alta incidencia de crímenes alegres. No se hacen trabajos de investigación, no se ahonda. Chico, y tan bueno que es el periodismo de investigación en Venezuela. Un detective, al voleo, diría que esta ausencia compromete al periodismo de sucesos en calidad de cómplice necesario. Todo lo anteriormente afirmado, es presuntamente. No vaya a ser.

El periodismo amarillo de ahora, como quien no quiere la cosa, también se esfuerza por intentar hacer creer que los homicidios son cosas de ahora, que antes de Chávez eso no se veía, que es una leyenda urbana eso de que en los años grises cada rato se mataba a las personas para despojarlas de sus zapatos.

Otro clásico del periodismo policial es tergiversar el sentimiento de abatimiento de los familiares de las víctimas fatales. ¿Verdad que en este país la inseguridad nos tiene liquidados? Una pregunta inoportuna para casi siempre cerrar las notas diciendo que el declarante  se quejó de las políticas del Gobierno contra la delincuencia.


jueves, agosto 16, 2012

Viaje a las tripas venezolanas






Maldigo la hora y el momento en los que mansamente me dejé persuadir por Pedro Ruiz sobre la locación y el reparto de un mediometraje que narraría la travesía de Gallegos al Apure para nutrirse de la atmósfera del llano que luego le permitió escribir Doña Bárbara, referencia todavía insuperable de la literatura venezolana.
         Se aproximaban los primeros 80 años de su publicación y decidí escribir un guión en el que un Santos Luzardo a bordo de un bongo en marcha fuera narrando documentadas y falsas travesías de Gallegos en la búsqueda de Doña Bárbara.
         Escribí mi vaina y por ahí la tenía, hasta que se lo comenté y envié a Pedro, quien al leerlo me preguntó que si lo podía dirigir. A los quince días estaba en Venezuela con su aparataje de filmación para comenzar el rodaje.

         Para Santos Luzardo yo había pensado en el camarada Julio Ramos, un muchacho buenmozo de Valle de La Pascua que tiene años diciéndome que él apareció un microsegundo como extra tumultuario en una película de Chalbaud llamada Pandemonium. Desde entonces se creía secretamente actor de la gran pantalla y siempre se la pasaba comentándomelo lleno de nostalgia.  
         Para evocar las llanuras y temporales galleguianas yo había estimado que con un buen trabajo fotográfico me bastaría la represa de El Corozo en Valle de La Pascua, pero si conseguía voluntarios podía trasladar la producción a las riberas del Orinoco bien por Caicara del Orinoco, bien hacia los lados de Zuata, entrando por Espino.

Nada de eso. Pedro ordenó mediante una sugerencia que la cosa fuera en el propio Apure, y con un actorazo y solidario amigo suyo, que a Julio lo dejaríamos como uno de los vegueros que en uno de los caseríos ribereños orientaría al intrépido Santo Luzardo.
        
           Pedro sacó cuentas y presupuestos. Formó un grupo al que agregó a Edgardo Lanz y a Lisandro Rojas, además del actor, quien viajaría un día después en su propio carro. Yo todavía no sabía quién era el misio. Se dispuso que cada uno llevara determinada cantidad de billetes y un chinchorro en su mochila para pernoctar tal como la habrá hecho el mismísimo Gallegos.
         En una vieja camioneta Caribe de una ex ama de Pedro nos chupamos los 390 kilómetros que distan del kilómetro 00 nacional hasta San Fernando de Apure, justo en la redoma Páez, luego de cruzar el río Apure a través del viejo puente María Nieves, que une a Guárico con Apure. La ruta es por La Encrucijada, Cagua y La Villa, San Juan de Los Morros y Dos Caminos, Calabozo y Camaguán, que está pegado de San Fernando.
         Decepción. Hemos llegado casi arrancando el verano y el ser sublime que habita a Pedro dijo que no, ese no era el lugar que había imaginado. Nos quedamos un día para rastrear mejor, al cabo del cual el ánimo de Pedro seguía predispuesto contra San Fernando.
        
     Una conquista de Lanz en la redoma del Negro Primero indicó que si seguíamos hacia abajo, encontraríamos el puente y el monumento a Marisela. Eureka, gritó Pedro. Y a la mañana siguiente arrancamos hacia Biruaca, vecina de San Fernando, rumbo como quien va hacia Cunaviche, en el municipio Pedro Camejo, que se extiende de norte a sur por una recta prolongada de 230 kilómetros hasta desembocar al Orinoco frente a Puerto Páez, como supimos después. De Puerto Páez a Puerto Ayacucho habrá 80 kilómetros, insertó Lanz, con la manifiesta intención de que las escenas se rodaran más bien entre selva y rocas milenarias. Todo un despropósito impulsado por ese regionalismo desmedido de Lanz, quien siendo nativo del estado Bolívar cree a pie juntillas y defiende que el ADN del Orinoco es bolivarense.
         Puerto Páez es un pueblito venezolano de unos 6 mil habitantes. Es parada ineludible para quien se dispone a llegar a Amazonas. De Puerto Páez se cruza en una chalana que es llevada por un remolcador en cinco minutos hasta Puerto Nuevo, alias El Burro, un brazo del estado Bolívar que triangula con Apure y Amazonas, además de Colombia, porque al oeste de Puerto Páez atravesando el río Meta (que en ese punto le desemboca al coloso Orinoco) queda Puerto Carreño, una población de 60 mil colombianos y capital del departamento El Vichada. Se trata de una comunidad integrada en la que lo mismo se aceptan bolívares que pesos, en una proporción de poco más que dos a uno a favor de la moneda colombiana.
         Mientras hacemos la travesía en la chalana, Lanz aborda una colombianita encargada de vender los dulces producidos en la hermana república. El galán alega que la dejó flechada y queda ilusionado  de cobrar ese romance a la vuelta.

LA PETRIFICADA BELLEZA DE MARISELA

viernes, junio 22, 2012

La mayoría


Cuando a los gremios conservadores y reaccionarios de América Latina han estado en minoría, se han cansado de acusar de dictadores a quienes ejercen la mayoría.  El caso venezolano es el paroxismo: van para dos décadas en minoría y ni siquiera hacen la acusación de dictadura: la sentencia viene en la práctica, con la cotidianidad: nunca se han admitido como tales. Jamás han reconocido que por fin están subordinados al pueblo.

La situación en Paraguay viene a recordarnos que el poder económico no tiene escrúpulos de ningún tipo cuando tiene la mayoría. La oposición paraguaya domina el Congreso y, visto que se aproximan unas elecciones que prometen alargar su status de minoría del país, y acciona groseramente para que cuatro personas liquiden a un Presidente sobradamente elegido por el pueblo.

Ese gesto de la derecha me vuelve a recordar al fascismo venezolano: ejercen su minoría en universidades y colegios de profesionales con soberbia y despotismo, pero cuando hay que aplicársele a ella, reacciona como una bestia herida.

Téngase por ejemplo la sentencia aquella según la cual en abril de 2002 no hubo golpe de Estado ni el Presidente estuvo preso. La mayoría fascista de un  magistrado decidió que se trató de un vacío de poder (término que no aparece en la Constitución) y que Chávez estuvo custodiado. Todos los abogados y medios al servicio de la derecha se acogieron al dictamen y ofrecieron argumentos para defenderlo. Pedían respetar a la mayoría que había concertado aquel adefesio. Cuando ellos son mayoría, así sea ilegítima, son implacables.

Pero cuando Chávez actúa por delegación de la mayoría del pueblo, lo acusan y  nos acusan de dictadores. Por eso es que no se puede tener contemplación. La mayoría es para usarla, como el poder. Y si es popular, hay que ejercitarla las 24 horas del día. Y si es inmensamente popular como la venezolana, hay que emplearla cada segundo.

Es bueno que el Comando Carabobo trabaje esta noción.


viernes, marzo 16, 2012

Perfil del "chavismo descontento"




Al hacer de la hipocresía su discurso se evidencia que la oposición no sólo está coqueteando al chavismo sino que depende completamente de él. De allí que los asesores de Capriles lo hayan puesto a decir que es progresista, custodio de la Constitución Nacional y un hombre de centro izquierda.

Esta pretensión no tiene la menor posibilidad de prosperar y en el corto plazo veremos a Capriles suplicando por la confrontación. La gran equivocación de sus estrategas está en el levantamiento del perfil de lo que han dado en llamar “el chavismo descontento”.

Demuestran profunda ignorancia en la caracterización que hacen del “chavismo descontento” y acrecientan esta torpeza al suponer que el “chavismo descontento” está en el mercado a la caza de una oferta. Se van a caer de platanazo.

Eso que ellos invocan como el “chavismo descontento” es en realidad el chavismo crítico que cuestiona el fondo y no la forma en que se dirige la Revolución Bolivariana. Cree que Chávez va muy lento y le reclama que tiene un pacto de convivencia con los poderes fácticos. En rigor, hablamos de un chavismo ideológicamente radical, clarividente, no uno que está esperando a ver quién le promete más cosas. El chavismo crítico tiene genética de vanguardia.

Ese chavismo inconforme anda con el hacha exhibida y su víctima inmediata sin lugar a dudas que serán los manejadores de Capriles, quien además de desalmado tiene forma y conducta de títere. Imposible que pueda conectarse con los espíritus rebeldes.

Más viable le resultaría al equipo de Capriles procurar a los conformes, porque con ellos existe una remota posibilidad de ofrecerles algo más de lo que ya tienen. Pero el candidato primero debe ofrecer que es capaz de querer más a Venezuela que Chávez. Y eso francamente es utópico.

Los asesores de Capriles tienen la gigantesca tarea de demostrar que el candidato es más bolivariano que Chávez. ¿Tiene chance el hijo de la oligarquía de hacerle esta complacencia al “chavismo descontento”? Ni en sueños.

jueves, febrero 23, 2012

TE LLAMÉ PARA DECIRTE QUE TE AMO


Debieron transcurrir varias décadas para yo recibir una  llamada de la tía Aurora, tal será el apremio galopante que la agobia. Que haya recurrido nada menos que a mí revela la inmensidad de su padecimiento. Se suponía que yo era la última persona de este mundo a la que le pediría un favor. Pobrecita mi tía. Desde el principio del contacto la percibí humillada en sus más íntimos sentimientos, no por la llamada en sí sino por el contenido de esa llamada.

Es la bordona y debido a esta condición (ventajosa siempre donde quiera que esté constituido el hogar) creció rodeada de los excesivos mimos le prodigaba abuela, quien en sus siete partos anteriores no tuvo una abnegación semejante y ni siquiera cerca, quizá la razón que la impulsó a concentrar desenfrenadamente todas sus atenciones con su última prole, en la creencia que con esta suerte de diezmo personal desquitaba las ausencias anteriores.

Tía Aurora, por tanto, siempre fue una isla en la gigantesca ramificación familiar. Era una entidad ajena, un verdadero personaje garciamarquiano (mis preferidos, en todo caso). Miraba al resto de la humanidad, como se dice, por encima del hombro, incluso a sus sobrinos (incluyendo aquí al suscrito), a quienes en alguna ocasión en la vida llegó a concederle alguna fría felicitación por algún pequeño logro.

Todos sus hermanos y hermanos estudiaron como se las arreglaron, pero ella lo hizo en una escuela privada y luego en el colegio de las monjas, que, dicho sea de paso, a la hora de la mensualidad no toleran regateos, mucho menos impuntualidad.

Se fue haciendo una mujer en apariencia distinguida del resto no sólo de la familia sino del pueblo, pues abuela no reparaba en complacerle en todo lo que se le antojara en su obstinación por construirse un mundo para ella sola. Toda su adolescencia la tuvo para ponerse un vestido nuevo cada día, arreglarse el peinado y la boca conforme a la moda y, encerrada en su fastuosa habitación, encender el equipo de música para dejar sonar a Stevie Wonder con I just call to say i love you, que ella aprovechaba para desgañitarse e invadir toda la casa con su propia versión en spanglish, interpretación que le mereció todo tipo de caracterizaciones burlescas que hasta el sol de hoy se recuerdan vívidamente en el pueblo. Ayescoltusay… te amo

En estos fructíferos menesteres, no tuvo tiempo de interesarse por los estudios y tampoco fue que hubo frustración cuando abandonó el bachillerato. Nunca presentó un novio en su casa, mientras que sus hermanas más bien se iban de la casa a vivir con los hombres que se las llevaban. En la memoria guardo una hilacha de recuerdo que me ayuda a suponer que en la casa matriarcal hubo una vez cierto escándalo porque tía Aurora había sido corrompida por uno de los holgazanes que merodeaba por el colegio. Abuela se las arregló para que aquella tragedia no traspusiera la puerta de la casa. El pueblo quedó privado de esta interesantísima historia de amor de tendencia shakesperiana.

El capítulo no amortizó la entrega de abuela a su hija más joven y, por contrario, terminó ella echándose la culpa por lo ocurrido y desplegó al límite su ya desmedida entrega para con tía Aurora, quien no hallando reprimenda por el resbalón, aceleró sus exigencias… y así fue saliendo de la adolescencia y entrando a la adultez, hasta cruzar casi los 40 años, cuando cierto día abuela empezó a lamentar que tía Aurora no la hubiera convertido en abuela (ya tenía veintipico de sus otros hijos e hijas. Incluso ya era bisabuela).

Sólo llegada a esa edad le cayó la locha existencial a tía Aurora y se supo porque fue contagiada por una suerte de crisis de llanto permanente porque temía a quedarse para vestir santos, como se dice en las llanuras. Era lógico que la rigidez que siempre aplicó para seleccionar novios terminara siendo un cuchillo para su garganta, porque no es precisamente Valle de La Pascua una galería de prospectos. Aspirantes de galanes no le faltaron, pero a todos los despachó con desprecio clasista.

Toda una vida comprimida en una misma casa y metida dentro de una burbuja mental, entonces, la hicieron víctima del conductor de un autobús que inter diario cubría la ruta de los llanos. Se terminó entregando a lo último en su escala de prototipo. Apenas le dijo resignada al galán que estaba preñada y que podía irse a vivir en casa de la abuela, más nunca volvió a verlo. Sólo entonces contó a la abuela que estaba preñada y que creía que era una hembrita.

Abuela nunca preguntó por el autor de la hazaña ni ella se lo dijo. Hasta los ocho meses estuvieron esperando a una hembrita para la cual ya estaba escogido un nombre, pero en el último chequeo el ginecólogo descubrió en el monitor un pipí y les comunicó, regocijado, del cambio. Juzgó como natural el desconcierto provocado por su buena noticia.

Así vino al mundo el pequeño Matías, en quien ella aplicó la misma receta de abuela para con ella. Lo metió en una cápsula y lo convirtió en un extraterrestre.

Matías fue la causa de su jamás imaginada llamada que comencé relatando. Cuando atiendo el teléfono, me dice: supongo que sabes con quién estás hablando. Le digo que sí y acto seguido me hace un resumen depauperado de mi vida: asegura que puede ser que yo haya logrado algunos escalones, pero que el alma de limpiabotas no me la voy a poder quitar nunca de encima pero que aún así ella me acepta. Me dice que sabe que de aquel adolescente que soñaba con ser boxeador no puede haber ninguna buena consecuencia, pero que también sabe de mis habilidades para conectarme con el poder, para relacionarse con los que baten el cobre y, en suma, que está enteradísima de mis estrechas vinculaciones en Caracas con los servicios de inteligencia, que eso es lo que ella oye de mí en el pueblo y que la da crédito a tal versión porque, qué otra cosa puedo estar haciendo en la capital. Además, es leyenda en el pueblo cierta vez que aparecí ocho segundos como extra en una telenovela cercando un sitio es una escena donde supuestamente había ocurrido un crimen.

Este prólogo desde luego que no era para cautivarme, era para ablandarme y así dejarme listo para lo que vendría: un extenso recordatorio de todas los días y años que abuela me mató el hambre, que era su nieto preferido y que ella siempre estimuló esos sentimientos hacia mí. Que cuando tuve culebrilla y casi muero ella accedió a que abuela dejara de comprarle un vestido para gastarlo en mi medicina. Yo sólo escuchaba muerto de curiosidad, por saber el final de aquel episodio singular. Vaya manera que tiene el Todopoderoso de cobrarme mis malas acciones.

Empezó el aterrizaje: que ella, tras consultarlo y recibir la autorización de abuela, había accedido a llamarme para ordenarme una diligencia: Matías, a sus 17 años, se encuentra atrapado y sin salida por las fuerzas oscuras del despecho y yo debía ayudar a clarificar las causas y, posiblemente, a aportar las soluciones, para lo cual debía trocar en algo así como en un celestino.

El primo tenía una novia y la pérfida tuvo la ocurrencia, luego de la fiestecita clásica por el fin del bachillerato, de anunciarle que acababa de darse cuenta que no estaba segura de sus sentimientos. “Vamos a darnos unos días”.

Matías no supo manejar esto tan desconocido y se derrumbó hasta convertirse en un despojo, porque como agravante la muchacha dijo que pasaría en Caracas esos “vamos a darnos unos días”.

Faltaba una semana para que ella se instalara en Caracas a pasar tres o cuatro días de Bicentenario, tiempo suficiente para que Matías se descompusiera de una manera tal que ya exhibía una humanidad cadavérica y un rostro de zombi. Dejó se comer y se enclaustró en la habitación.

Tras escuchar el relato situacional, carraspee a la manera de quien quiere expresar cierto recelo, pero Tía Aurora sacó una carta: Claro, te voy a dar unas petacas, no me gusta deberle a pobre.

Dije algo así que no estaba seguro, que lo pensaría, pero ello me volvió a interrumpir para agradecerme mi buena disposición y por ayudar a la abuela en este momento tan difícil. “Por cierto, ¿en Caracas saben cómo te dicen en el pueblo?

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Miranda Aleuzenev Camaripano arribó a Caracas el viernes el viernes 01 de julio de 2011 a las 5: 50 pm en un buscama que ingresó por el terminal de La Bandera, según anoté en una libretica de bolsillo que había habilitado para ir construyendo los reportes que tía Aurora me había solicitado cada vez que se produjera un hecho resaltante. La primera comunicación que establecí fue para confirmar la llegada de la unidad –cuya descripción y serial me habían sido aportados vía SMS por tía Aurora – y para chequear que yo determinara con toda precisión y físicamente al objetivo: muchacha de aspecto todavía juvenil, pantalón ajustadísimo y blusa recortada. Cabello liso y largo y color tirando a rubio. Ojos verduscos y complexión voluptuosa hasta lo tolerable. Risa fácil y caminar desenvuelto.

Perfecta coincidencia. Al ofrecerle estas primeras buenas noticias, consulto con tía Aurora si ya había completado la transferencia bancaria. Le improviso que ando con cuatro agentes de lo más granado que vigilan al objetivo por todos los puntos cardinales para que la misión no corra el mínimo riesgo. La operación está montada por puros profesionales, tía Aurora.

Desde mi cafetera, a la que he colgado un aviso de taxi de esos que se pliegan a lo interno del parabrisas, observo que Miranda Aleuzenev aborda la unidad de un colega sin consultar el precio. El seguimiento lo hice con el debido rigor: a unos cien metros detrás y atento a cualquier giro improvisado que pudiera surgir. Hasta la avenida Bolívar los primeros minutos del operativo discurrieron dentro de lo previsto. Apenas la natural curiosidad por saber cuál sería la parada ordenada por la joven vallepascuense. En el túnel de las torres de El Silencio la unidad giró para incorporarse a la avenida Universidad para depositar a su cliente en la esquina de San Francisco. Esta improvisación me desesperó porque por la zona no hay dónde estacionar. O dejaba el perolito a merced del hampa o abortaba el operativo. Un dilema tan gigantesco no tiene sentido a las primeras de cambio, me dije a mí mismo, asumiendo mi interpretación de detective. 

Siendo como no era muy doliente que se diga del sufrimiento que aquella niña estaba causando a 285 kilómetros de distancia, después de la esquina de San Francisco doblé  a la derecha para incorporarme a la avenida Urdaneta y estacionar apenas me incorporara. Pasando Santa Capilla hice gala de mis destrezas para aparcar en retroceso y, luego, caminando me interné hacia el restaurado centro de Caracas, que para la fecha ya lucía esplendoroso. Resignado al fracaso, gasté un SMS a tía Aurora para ponerla al corriente de mis hombres tenían la situación bajo control, que la niña andaba conociendo a la Caracas restaurada y que ninguna sospecha digna de reseñar había por el momento. 

Me acerqué a una de las esquinas de la Plaza Bolívar y al observar el tumulto que disfrutaba de una bailanta declaré infructuosa la operación, sin que tal conclusión significase que sería transmitida a tía Aurora. Busqué uno de los carritos de helados y lo hurgué hasta hallar un pastelado de palito. El haitiano expoliado por la corporación me quiso cobrar quince bolos y tuvimos role e´ peo. De todas maneras me estafó con diez.

Me dejé llevar por la inercia y entonces la providencia me la puso de frente en la plaza El Venezolano, donde la atisbé entusiasmada observando la interpretación que de Bolívar hacía Oswaldo Paiva. Extraje la libretica y tomé nota del chamo que la acompañaba y del que ella se colgaba a los brazos en una actitud francamente romántica. ¿Debía informar semejante hallazgo a tía Aurora? Cautela, caballo, deja que los acontecimientos se esclarezcan. Otra cosa sería hacerte practicante del chisme. La juventud de ahora es así de expresiva y cariñosa, cuándo vas a comprenderlo.

 Me fui aproximando hasta el objetivo y como quiera que en estos menesteres en natural que uno se pegue de los demás, pude oírle la respiración y la expresión y el vocativo para con su amigo: príncipe. Anoté esta denominación no para uso profesional sino personal.

La ternura de los besos tampoco atrajo mis sospechas, siempre sujetado de mi principio de que casi nunca lo parece es. Precisaba de mayores elementos para ir armando conclusiones y todavía quedaba día para procurar más cabos que anudar.

Finalizó el acto y los jóvenes se enrumbaron hacia la Plaza Bolívar entre agarrados de las manos y dándose empujoncitos que los alejaban uno del otro hasta que en in extremis sus dedos se volvían a juntar para remolcarse hacia un centro que los unía cuerpo a cuerpo. Describí urgentemente lo visto en mi libretica porque me pareció digno de imitar con alguna novia que el destino me tuviera destinada. A pocos metros, caminando detrás de ellos, hice un ensayo de los movimientos para que la memoria quedara ejercitada para llegado el momento.

Miré en mi celular la hora y eran las 8. 30 pm. Me reporté con tía Aurora para indicar normalidad. Desinteresadamente volví a preguntar por la efectividad de la transferencia. En eso me sobrevino una gran preocupación: ¿cómo haré en el repliegue? Convencido de que no podría contar con el perolito que siempre me acompaña, urdí el plancito de  esperar que tomaran el taxi para yo agarrar otro, perseguirlos eficientemente y encomendarme a mi indoblegable suerte para que, a mi regreso, no me hubieran dejado a pie.  Te lo pedimos, señor.

La parejita se acercó a la olla y allí estuvo poco tiempo. Se fueron a olisquear en las distintas esquinas y conforme la noche corría y las cuadras se iban haciendo desérticas, se empezaron a complicar las operaciones se seguimiento y la logística empezó a resentirse por falta de toda clase de ingesta e insuficiencia de fuerzas físicas para estos inusuales trotes. De modo que en la boca del Metro de Capitolio, hacia donde se dirigieron los tórtolos –por así decirlo- le zampé durísimo a un pincho que fui dentellando mientras agilizaba el paso para sumergirme con ellos al subterráneo en el nombre de la mascá que supuestamente tía Aurora había transferido para complacencia de todo el costoso equipo convocado para este mega operativo.

Miranda Aleuzenev y su custodio se bajaron en la estación de Plaza Venezuela y se fueron hacia la fuente que emana 16 millones de combinaciones de colores. Una honda preocupación me invadió por  todas las razones del mundo que a esa hora hubiera: en la fuente no podría seguir pesquisándolos sin ser detectados y, además, tampoco es que uno desee andar desafiando a los señores delincuentes. Y el medidor de mis energías ya estaba señalando su mínimo.

Se trataba de una inferencia equivocada, porque se dirigieron a un hotel que está comenzando por La Salle. Ingresaron y tras convencerme de que él no estaba en función de retirarse una vez depositada la princesa en su aposento de pernocta sino todo lo contrario, es decir, velarle el sueño, no tuve más remedio que solicitar una habitación e, inmediatamente, entrar en pánico cuando el recepcionista se mostró displicente al contestar que no había disponibilidad. Ni siquiera mis malvadas insinuaciones aflojaron a aquel miserable esclavo de las quincenas. Hablé con el vigilante para que me cuadrara un resuelve y no hubo manera de que mis generosos ofrecimientos  surtieran el efecto previsible. Todo porque una legión de gringos tenía desde hace tres días rebosados los espacios y punto. Dólar mata todo.

Me rendí y decidí ir por mi latica para irme a dormir. En el trayecto decidí que regresaría a las 7: 00 del día siguiente a renovar las labores, siempre que antes hubiera confirmado vía electrónica que tía Aurora había cumplido su parte. Subí a la Libertador y me monté en una buseta que me llevaría a la Urdaneta para hacerme al volante. En el trayecto escribí un MSM para señalar que todo estaba bien, que la niña había ingresado al hotel de marras acompañada sólo de una pequeña maleta de mano.

…Se supone que este verídico relato tendrá continuidad. Tengamos fe en que la voluntad sea más poderosa que la vagancia.



viernes, enero 20, 2012

Liset Macualo (embarazada ficticia) le rompe el abdomen a Griselda López para sacarle y robarle el bebé


Ante la acusación presentada por el Ministerio Público (MP), se ordenó el enjuiciamiento de Liset Macualo por su presunta responsabilidad en el homicidio de Griselda López (26), quien estaba embarazada, hecho ocurrido el 09 de septiembre de 2011, en Guasdualito, estado Apure.

            En la audiencia preliminar, los fiscales 3° y auxiliar de esa jurisdicción, Rafael Gómez y Marlene Mendoza, respectivamente, ratificaron la acusación contra Macualo por la presunta comisión de los delitos de homicidio intencional calificado con alevosía por motivos fútiles e innobles, porte ilícito de arma blanca, sustracción y retención de niño.

En ese sentido, el Tribunal 1° de Control de Apure admitió la acusación, los medios de pruebas aportados por los fiscales y ordenó el enjuiciamiento de la mujer.
De igual manera, la instancia ratificó la medida privativa de libertad dictada contra Macualo, quien permanece recluida en el Centro Penitenciario de Occidente, ubicado en Santa Ana del Táchira.

            El día antes citado, funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) recibieron una llamada anónima en la que se denunció que en el patio de una vivienda en el sector Samaria, carretera nacional Elorza, donde residía Macualo, se encontraba el cuerpo sin vida de una ciudadana en estado de gravidez.

            De inmediato, los funcionarios se dirigieron a mencionada residencia y encontraron el cuerpo sin vida de López, constatando que le habían extraído el bebé.

            Paralelamente, otra comisión se dirigió al hospital donde encontraron a Macualo, quien habría confesado que debido a que no podía tener hijos decidió aumentar de kilos y engañar a su esposo con un embarazo ficticio.

            La victimaria ubicó a López, a quien también engañó simulando ser su amiga, cuando ésta estaba próxima a parir y la invitó a su casa para entregarle una canastilla y artículos para el futuro bebé.

            La mujer le habría ocasionado a la embarazada heridas cortantes con un arma blanca a la altura de la yugular y en el abdomen habría realizado una abertura para extraerle el bebé. Luego envolvió a la madre en sábanas y la arrastró hasta el patio de la vivienda donde la cubrió con vegetación.
            Inmediatamente, la mujer se trasladó con la bebé en brazos hasta la casa de su mamá informándole que había dado a luz, por lo que la progenitora la trasladó junto con la niña hasta el hospital José Antonio Páez.

            Cuando los galenos de guardia comenzaron a realizarle algunas preguntas y quisieron examinarla, la mujer opuso resistencia y se puso nerviosa.

Minutos más tarde, efectivos del Cicpc y funcionarios de la Policía de Apure, acudieron al Hospital para buscar a Macualo, donde fue aprehendida y puesta a la orden del MP.