Por cuenta de El Caracazo, Liliana Ortega y Cofavic (es la misma cosa, esta dama se adueñó de lo que nació como una genuina trinchera de lucha popular) reciben subvención de al menos 30 poderosas instituciones mundiales, entre las que se cuentan, faltaba más, la embajada de Estados Unidos, ONU, USAID y la Fundación Konrad Adenauer, etcétera largo. Pero usted se mete en la página de Cofavic (cofavic.org.ve) y le salen con la trampa de que la sección donde debe informar de su financiamiento está en construcción.
Es tan boyante la cuenta bancaria de Cofavic, que todos sus trabajadores, desde el más humilde hasta su directora ejecutiva (Liliana Ortega) y su presidenta Hilda Páez ¡ganan sus salarios en dólares!
La señora Ortega es la directora ejecutiva de Cofavic, y es la vocera , pero para barnizar de popular a su ONG puso como presidenta a la señora Hilda Páez, madre de un joven asesinado en El Caracazo. Ortega le tiene montada una custodia personal para asegurase de que no tenga acercamiento con los movimientos populares de Petare, donde vive la señora Páez (su hijo fue asesinado en el barrio Maca).
A las multimillonarias corporaciones que la financian, Ortega le rinde cuentas con informes constituidos exclusivamente por recortes de prensa de El Nacional y El Universal. Donde estos medios dicen que hay ejecuciones extrajudiciales, ella manda a una periodista para que recabe notas de prensa locales y así arma cuadernos que entrega a sus asalariantes.
Estuvo años acorralada por los adecos y copeyanos que no reconocieron los crímenes de El Caracazo, pero la Revolución los reconoció y los indemnizó, y ella se quedó sin alegato y se refugió en el arte de crear intrigas entre los familiares de las víctimas para que exijan el dinero de la indemnización, para que se echen cuchillo entre ellos.
El pueblo de Venezuela, en la memoria de los caídos durante El Caracazo, debería auditar la propiedad y las cuentas de Cofavic. Nos quedaríamos locos con los resultados.
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