martes, octubre 13, 2009

Naftalina


En estos días le comentaba a un amigo mi deseo de desarrollar y conducir un programa radial al que he concebido nombrar Naftalina.

El amigo mueve el entrecejo cuando le explico que será un programa dedicado a la denominada canción chatarrita y a su época.

Un programa en cuya presentación tenga un intro con Tren de medianoche a Georgia, que lo mezcle con No es una carga, es mi hermano y quizá con unos acordes calladitos de contrabando allá en el fondo de Hotel California, para amelcochar y neutralizar al inconsciente.

Mientras apasionadamente le voy relatando el plan de fuga, el pana va acentuando su silencio, hasta que lo emplazo a que me diga de una vez que si un programa de esta característica no lo escucharía ni Cappy Donzella.

Su preocupación es de otro orden. ¿Lo vas a pasar en una emisora comercial? Su pregunta esconde un fondo ideológico: ¿Tú crees que las radios alternativas van a poner música gringa? Lo desbarato. Le digo que ya la ponen, pero que además, ¿cómo puede ser un revolucionario rehén de prejuicios tan gafos? El intercambio termina en bronca y, como sucede en cada desencuentro, cada uno se repliega.

Por lo que no tuve oportunidad de argumentarle que si alguna vaina ha sido revolucionario en esta vida, ahí están de primero las canciones chatarritas, porque fueron el signo de un tiempo rebelde, irreverente, alzado, cuya válvula de escape eran estas canciones que te inoculaban la mente para hacerte un inconforme.

A usted le dicen que una canción se llama No es una carga, es mi hermano, y usted sabe que allí hay un drama arrabalero, el capítulo cumbre de una telenovela latinoamericana, pero una vez que oye al cantante destripar los sentimientos con su tempo barítono, a usted el cuerpo se le indigna y sin saber inglés entiende que allí hay un mensaje que nos instiga a emanciparnos.

Le expongo a otro partner la idea para que la requise y es tanto su militancia en la chatarra, que con voz de tenor dice: no concebiría un programa así sino comienza con Canción de la prisión. Entonces me cayó la locha: no debo seguir curucuteando a la gente, todo el mundo tiene su favorita y tampoco es que uno esté para estar calándose el manantial de evocaciones ajenas, las propias me rebasan. Es más, quédense con su programa.

No hay comentarios.: