Entre las vueltas que en diciembre alcancé a dar por el país, hice debida parada en Choroní nada menos que el mismísimo 31, haciéndole relajada compañía a entrañables amigos que por ahorita viven fuera del país.
Y la verdad es que debería cobrar entrada por relatarles cómo es el "cinco pa las doce" entre la aristocracia de ese pedacito de costa aragüeña (la vaina es de cuento). No es, sin embargo, eso lo que quiero compartir. Deseo descubrirles un lugar en el que Tarzán palidecería de impresión.
Más o menos diez kilómetros antes de llegar al pueblo (Puerto Colombia) está la entrada de lo que al rompe parece un ranchito precario (de la carretera no se ve, sólo se presiente que es un rancho). Por allí se bajan unos 300 metros a través de escaleras de bambú, y al llegar aquella vaina produce un shock de lo sobrenatural que es.
La artista Ana Isabel Villanueva (Ani, aquí pa los panas) construye un casita artesanal en medio de ese trozo del Henry Pittier. El panoroma juro que es para llorar y pedir a gritos quedarse allí para siempre. Una casa para siempre, pues (Vila-Matas dixit)
Ani cree en el desarrollo endógeno y allí brinda chocolate a quien la visita. Obsesionada por ayudar a sacar gente del atolladero que es la vida del miserable, conoce al pelo todos los problemas de los habitantes de Choroní. Anda fascinada con el resurgir de la fé en la gente a partir del alistamiento en la diversas misiones del gobierno. Ani sabe quién tiene problemas de alcoholismo y drogas en la zona, por decir algo; sabe quién está casado con quién y quién le echa los perro a quién. Ani sabe quién se roba las vainas.
Está habilitándole espacios a su precioso rancho para que gente que quiera dar cursos prácticos a la comunidad, pues more gratuitamente en su casa, que es una construcción muy a lo Tarzán. Habitaciones aéreas y rodeadas de un verdor que pa qué.
Instaló un budare en el cual poner a cocer la yuda pal cazabe y enseñar a los moradores de allí a hacer cazabe. Ani es militante de lo endógeno y, por supuesto, tiene un sembradío de yuca para contar con la materia prima. Matas de cacao por todo aquello. Malojillo para todos. Puro tronar de pajaritos y las culebras están a raya por *Lúa, la gata que hace tranquila compañía a Ani.
A pocos metros le pasa el río, lo que faltaba. Y justo frente a la ranchificación de Ani se forma una poza en la que también provoca instalarse vitaliciamente. Cualquier cosa tengo su teléfono y su dirección de correo electrónico.
*Luna en portugués
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